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martes, 9 de diciembre de 2014

¿Cómo fue el cumpleaños del coronel mapache?




Alguién por la mañana tuvo que recordarle tal día, pensando que era bueno hacerlo. Mi estimado amigo el lector de Kant, el sentimentalista vecino homosexual reprimido y la mujer volada (creyendose importante) carente de afecto que algúna vez pensó que yo tenía interés en seducirla. (wack!!!  guack!!!! buuug!!!!)  En realidad, al coronel no le exitan las mujeres carentes de afecto.

Esa mañana se levantó tarde, cansado, pues han sido semanas intensas de arduo trabajo. De situaciones fuera de control, traviesas variables aleatorias.  No le alcansó el tiempo para el desayuno, y la primera patada en los huevos del día: fue el café rebajado que le vendió ese amable vendedor. El coronel tuvo que pagar una carga extra y al parecer no fue suficiente. 

Días antes, apelarón a la buena honda del coronel, o mejor dicho al pendejismo. Entonces pŕestó el dinero que ocuparía para la comida de ese día. Solo se quedó en suposiciones. La primera opción era, trabajar medio día. Ir al cinema-cafetería que no se encuentra muy lejos de ahí. Pedir algo para comer, cocoa caliente y después una película divertida o nostálgica. Pero sin el dinero, eso se fue a la mierda. 

La segunda opción era trabajar fuera, en una cafetería, lejos de la zona científica. Pero el coronel bebe mucho café, lo cual ese día no podía costearse. 

Resignado, se sento en el escritorio. Ese donde acostumbra a sentarse, el más lejano a la secretaria de tortuosa voz al llamar por teléfono. El coronel aún no es lo suficientemente influyente, para pedirle al director de ese lugar que encierre a esa parlanchina en un vidrio de hamster, pues molesta a la gente que quiere hacer ciencia. 

Como decirlo, ... en un parpadeo, después de teclear la corrección de códigos para un programa de computadora dierón las 13:30 hrs. Se había pasado la hora del café de medio día. Al coronel le pareció pertienente salir por el café, a unos cuantos pasos. Lo único diferente ese día fue endulzar el café. 

Después, en las banquitas junto a la fuente se encontró con un viejo compañerod e la facultad quen con ahínco le contaba sus avances en óptica. Después el coronel regresa al escritorio, y continúa con la rutina del día: correción del texto reporte de investigación. 

Al oscureserse, se acerca la hora de exponer otro reporte del cual no quiso hablarme. La sesión duró 2 horas. 

Al llegar a casa, revisó la correspondencia. ¿Porqué no? y responder algunas felicitaciones. 

Por la noche quisa la visita más significativa de otra vecina. Ella le caé bien, pues es una mujer dura y sincera. De alguna forma, es como el coronel pero en mujer. EL coronel sospecha que ella se dió cuenta de una mentira. El coronel dijo que no le importaba pasar solo aquel día.  A pesar de su entrenamiento riguroso, algunas veces quiere dar su brazo a torcer. El coronel fue acompañado a cenar, le preguntan por su edad. No quiere contestar, pero tiene que hacerlo. 


Así se pasa un tortuoso día de cumpleaños con el coronel. 


Al otro día, cumple con las labores correspondientes. Avisa que llegará tarde a casa con su familia. 
Se encuentra con un compañero y le pide al coronel mencionar un regalo. El coronel contestá que sería mejor un café para esa tarde. Se dirigen a la máquina de café y cortezmente aqueñ amigo con bigote de pancho villa le ofrece un cigarrillo. Justo lo que el coronel necesitaba ese día, quizá el regalo más acertado en años.


Al llegar a casa con su familia, se le recibe como habitualmente, es bien sabido en su familia que al coronel no le importan los detalles. Le indican donde hay comida para cenar y el coronel se dirige al micro-ondas para saborear comida de verdad, aunque estuviera fría... comida de la tarde. 

Después duerme.



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