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domingo, 14 de agosto de 2011

Asoleada.


Aun no ha sentido la necesidad de verse reflejada en esa señora enana que barre el parque. Hace mucho calor y no esta de humor para recibir a limosneros que sienten ser los dueños del mundo.

Alejandra hace su servicio social en la oficina de gobierno en la presidencia municipal y de vez en cuando puede hacer chanchullo, hacer desviar unas cuantas despensas a las personas que le causan un "algo"; tal vez un sentimiento inesperado... una pendejada de esas, una pendejada de la moral que le dictaba tanto su abuela en la niñes.

Cada ocho dias observa en el rayo del sol a esa pobre mujer adefesio de la naturaleza y desgraciada abandonada por su familia, lo único que puede hacer Alejandra es darle una despensa y escuchar burdas historias de la juventud que en su memoria alberga.

Hoy no esta de humor para recibir los buenos deseos y gestos de la barrendera. La caridad de Alejandra se a convertido en una obligación. La impertinente vieja desgraciada se cuela entra la gente que se amontona para pagar los impuestos con el descuento generoso que este día ofrece.

Con su sonrisa malevola e idiota se queda viendo a la joven Alejandra; pero ella la ignora, enseguida la vieja se las arregla para decirle al oido: "me va a dar despensa hoy"

Mierda!... piensa en su mente. Alejandra esta ocupada y no tiene humor para atender a la desgraciada mujer. Ahora siente una obligación; darle un tributo cada ocho dias. Ahora ya no es caridad, ahora la ufana y jodida mujer se siente con derecho de recibir el paquete. Un derecho que no le pertenece, la caridad no le pertenece a nadie, la caridad es instantánea y todos los humanos algún día la usan pero inconsientemente. Cuando se trata de vivir con la caridad es un ofício bastante despreciable; parácitos ambulantes y falaces; con sus caras de amargura finjida, parácitos de una sociedad que los alimenta sentados engordando.

La vieja barrendera tiene ojos azules escondidos en arrugas y en cabellos pintados de amarillo. La ropa que viste es estrafalaria; poniendo atención es una conbinación intensionada y vanidosa; pero ahora callejera. Alejandra se imagina la juventud de aquella señora.



Nunca más en la vida

Nunca te quedó claro que jamás quería volverte a ver, al menos por mi voluntad propia.  Por tu parte tenías esa idea idiota de que podíamos ...