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jueves, 12 de septiembre de 2019

¡Que suelten a Barrabás!

Así fue la muerte del abuelo. 

Cuando murió, los viniles de Beethoven se veían a primera vista detrás del ataud que estaba en la sala, sugiriendo ser la primera cosa que uno podía tomar después de que terminara todo el funeral. Mi madre los llevó a casa, y se quedaron en una caja como por tres meses frente al librero de mi papá.

Nadie hizo caso a los discos, a mi no me gusta Beethoven, pienso que a nadie del pueblo debe gustarle, no por pueblerinos ignorantes, más bien por nuestro carácter dulzón. 

Una vez llegó mi primo el "winki", le pusimos así por que era torpe como los teletubies, siempre fue el peor músico cuando el abuelo intentaba armar su orquestita con todos sus nietos. El winki tocaba la tarola, los platillos o el bombo. Nunca tuvo noción del tiempo, de hecho su mamá no sabe a qué hora nació, cuentan que parió con estudiantes practicantes que olvidaron registrar la hora original y al final se inventaron una. También, registraron mal su fecha de nacimiento en el municipio, entonces mi tía decidió cambiar la fecha de su cumpleaños. 

El winki se llevo los viniles de Ludwig Van y después se propuso ser el mejor músico de la familia, y efectivamente lo fue, porque a ninguno de nosotros (los primos) nos dejó nuestra mamá estudiar música, que porque nos volveríamos borrachos, que porque nos volveríamos mujeriegos, que porque nos moriríamos de hambre como muchas veces el abuelo supuestamente hizo, pero el winki si se metió a la Facultad de Música, siempre lo critican porque a la fecha no puede graduarse, pero lo envidio, pues de todos los primos al final fue muy genuino.

En el décimo quinto aniversario luctuoso del abuelo, mi mamá propuso que nos juntaramos los primos y armar la orquestita para tocar en la misa y unos danzones en la comida. El winki ya no tenía problemas con el tiempo, pero le costó mucho la afinación de sus tambores. El winki algún día mejorará y yo me pudriré en mi oficina junto con mis deudas si es que tengo suerte.

El winki dejó de hablarnos bien desde el funeral que ocurrió en semana santa, cuando cada año salíamos en la representación del viacrucis actuando como pastorcitos, que le gritaban a jesucristo ¡crusificale! ¡ crusificale ! !que suelten a barrabas que suelten a barrabas! 

Recuerdo que amarramos al winki, diciéndole que nos ayudará a practicar para la representación de jesucristo, él sería barrabás, pero no lo soltamos, seguimos golpeando con un lazo, hasta que su cuerpo estúpidamente enorme cayó al piso y nosotros corrimos muy fuerte para que no nos alcanzara.  El winki duró mucho tiempo enojado porque nuestras madres y abuela estaban tan acongojadas con la muerte del abuelo que decidieron olvidarlo y no nos castigaron. 

Mi esposa y yo nos mudamos cerca del Centro Cultural Rivera, que porque tendríamos muchas cosas cerca, y que podríamos ir seguido al centro cultural cosa que menos hacemos. 

Una vez me preguntó que si compraría los boletos para la temporada de Beethoven, cosa que yo no quería hacer y ella tampoco pero su amiga ya lo había hecho... Llegué en uno de los ensayos de la orquesta que estaba lejos de mi vista pero se escuchaba el primer compás de la quinta sinfonía seguido de unos tambores desafinados y golpeados torpemente como fuera de contexto. 

Noches después el winki se presentó con la  orquesta de estudiantes, los tambores estaban bien afinados, no quité la vista de él con cierta envidia, él lo disfrutaba sin importar que ya se veía viejo para ser estudiante, disfrutaba estar ahí, mientras yo estaba sentado en un concierto que no deseaba escuchar. 

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