credits by: evtkw

sábado, 29 de agosto de 2020

No escribir

No escribo porqué no sé qué decir. Ahora así se comunica la gente, como antes, pero sin cartas, ahora con los mensajes de texto.

Debo reconocer que no sé cómo comenzar una charla. Aprendí a interesarme por lo que hacen las personas, de hecho siempre es interesante escuchar, aprendí a hacer muchas preguntas, puedo preguntar toda la tarde. Pero quizá pueda caer en la charla del detective que te pregunta bajo la luz de una lámpara cónica en el cuarto oscuro. Probablemente deja de ser agradable. 

Podría contarte una historia, pero la gente no sabe escuchar. La gente prefiere hablar de si misma. Es más fácil encontrar un/una narcisista que una buena taza de café. 

De mí no tengo mucho que contarte, soy el mismo, tengo unos jeans azules, unos converse y mi playera de nirvana. Nunca encontré al estilista que me dejara el cabello largo perfecto, bueno si, pero escapó del lugar donde lo esclavizaban y no supe más de él. ¿Lo ves? Siempre termino hablando de otra cosa. 

Las historias que cuento suelen ser muy detalladas. Suelo ser obsesivo en los detalles. Para cada fallo, cada issue tengo una historia que contar. 

Puedes escribirme cuando quieras. Puedo escuchar y hacer preguntas. 

Las cartas tienen la ventaja de que uno puede tardar en contestar. Pero siempre contestaré. 

No te escribo porqué no sé que decir. Y si escribo pareciendo un  bucle infinito con el mismo saludo, cómo robot, es que no sé cómo hacerlo. Pero siempre tengo algo que contar, con tediosos detalles, pero siempre hay algo que contar. Lamentaría que no hubiera algo que contar.  

lunes, 10 de agosto de 2020

Sueño #20200810

 Esther, ¡Regresaste! 

Regresaste, quiere decir que estamos bien. Pienso que viajé hasta donde estás reposando. Una ciudad extraña con edificios grandes, luces, caminos enredados y se puede saltar grandes distancias. ¿Así es? ¿o transformaste todo?

Me sentí niño de nuevo con la paleta de malvaviscos coloridos que me diste. 

No pude decirte, como siempre, lo mucho que te extraño. Como anticipando que te irías, quería decirte que, justo, no te fueras. 

Si sueño de nuevo contigo, quiere decir que estamos bien, que de nuevo estás conmigo. Gracias por la paleta de malvaviscos, siempre tenías algo rico para que comiera, para hacerme sentir querido, para hacerme sentir premiado, para hacerme sentir feliz. 

Ya se Esther, lo hice bien esta semana, lo hice bien, lo hice muy bien, ¡Estoy de vuelta! , después de tantos años ...

No me dejes solo, necesito soñar más contigo, no me dejes solo.

Tuve miedo, sabes, aún no quiero irme, no se si algún día uno sabe si se tiene que ir o no. 

Gracias Esther, gracias por llevarme un rato de aquí y devolverme. 

Estamos bien y eso me da mucha alegría.

miércoles, 5 de agosto de 2020

No quiero una cruz en mi funeral (cuarta parte)

La premiación del suicidio


Escribí un cuento. Quería ganar el premio para pagar los cinco meses de renta que debía, cinco meses que pasaron sin que el casero prudente me echara, cinco meses de mi vida en donde comenzaba a ser libre que a la vez significaba ser pobre.

Llevar el cuento al concurso de ciencia ficción tenía una ventaja, esto era la facilidad de predicción de los cuentos que concursarían y también de los concursantes. (Me creí con posibilidades de ganar)

Estarían los más imbéciles quienes escribirían sobre una nave espacial haciendo un viaje aburridamente largo hacia un planeta estúpidamente parecido a la tierra pero con tecnología que pretendiera ser más avanzada, pero, sin sustento lógico. El participante sería dientón, flaco, de cabello chino, acné y con una forma de reír tan forzada produciendo que la baba se escapara de su torcida boca, pero, con una práctica magistral la regresaría aprovechando las propiedades bizcosas. Seguiría riendo como si nada hubiera pasado.

Estarían los biólogos quienes escribirían de especies desconocidas, o sobre algún monstruo, o sobre algún virus letal, quizás sobre el apocalipsis mezclado con una historia de amor. Para ser distinto, alguno de los enamorados moriría. La participante sería la ayudante del laboratorio de plantas y animales II, estudiante de doctorado, guapa, a quien todos rendían homenaje buscando una posibilidad. 

Estarían los amantes de Julio Verne quienes novedosamente se trasladarían a principios de siglo para escribir una aventura no tan aventurada, más bien aburrida y forzada, pero que por alguna razón extraña, estas personas eran amantes de Lovecraft, entonces su gusto tendría como consecuencia la aparición de un espeluznante monstruo.... El autor sería un pseudónimo formado por los dos escritores quienes serían una pareja que vivió junta toda la universidad generando posiblemente su dependencia enferma entre sí, casi al límite de hasta acompañarse a cagar juntos. 

Por mi parte, amante de las matemáticas densas y las teorías de física teórica más inmamables, lector sufrible de Jorge Luis Borges (Nota al pie: pero no había leído Breve historia del tiempo), escribiría el cuento más robusto, difícil y aburrido para leerse. Sin embargo, en aquel momento pensaba en lo novedoso que sería escribirlo. Se basaría en el tiempo circular y el teorema de no recursividad de Poincaré (Nota al pie 2: Más tarde me daría cuenta de que Borges ya lo había escrito) .  

Ingenuamente pensé que tenía ventaja. Que los primeros tres temas mencionados estaban muy trillados. 

Invité a Sandra para que me acompañara a la premiación. Era el tiempo en que nos estábamos conociendo y trataba por cualquier pretexto evitar ir a comer o al cine. No tenía dinero ni para una taza de café. Entonces me inventaba cosas como, vamos a ver la exposición tal, ..., mira que mandé un cuento al concurso y mañana será la premiación.... Meses después Sandra me dijo que se había dado cuenta de la situación.

El orden de los tres primeros lugares fueron entregados a como me los imagné: Primero el dientón, segundo lugar para la estudiante de doctorado y el tercer lugar para la pareja. 

Acepto que mi cuento era malo, de hecho, fue mencionado al último, cuando el maestro de ceremonias mencionaba lentamente cada título menos afortunado y entregando a los concursantes una carpeta y una pluma fea. 

“Y por último... este cuento titulado El suicidio”

Me quedó viendo el dientón como si el dientón fuera yo.

Camino a casa, Sandra y yo nos reíamos de lo estúpido y fuera de contexto que sonaba el título de mi cuento, en un auditorio lleno de personas amantes de Star Wars y Viaje a las estrellas. 

Sandra me compró unos esquites y ahí olvidé la carpeta y la pluma fea. 

lunes, 3 de agosto de 2020

Tarde de lluvia. # 1648


Tarde de lluvia. # 1648

Tan solo tardaré diez minutos, me quedan diez minutos antes de las seis. Antes de seguir el plan neurótico del día. Si, me gusta mi empleo. No quiero perderlo en la pandemia como muchos lo han perdido. Si, quiero hacer las cosas bien cómo decía Esther cuando me ponía a sembrar las plantas, a barrer el patio, a hornear las galletas, a limpiar a los chanchos.

Está lloviendo, mi madre o Esther hacían milanesas cuando llovía. Sopa caliente de papa y queso gratinado. No perderé mi tiempo cocinando lo mismo, tengo pasta, frutas, té y café.

Está haciendo frío y es verano como en los veranos de vacaciones cuando me mandaban al campo recreativo donde había una alberca para aprender a nadar, pero el camino era lodoso y se atazcaba mi bicicleta, torpe siempre con algunas caídas sobre el agua puerca al lado de las sanjas de riego. Se escuchaban los sonfos felices con días así pero advertían no acercarse a verlos porque los lirios podían atraparte para morir ahogado. Siempre tuve miedo de morir ahogado o atrapado.

Ahora está lloviendo y me siento a salvo. Atrapado a salvo. Tan solo miro por la ventada el parque improvisado. Se formó un espejo de agua puerca. La mezcla es de lluvia y rastros de mierda de perro. Los perros son el pretexto de los vecinos para salir a pasear. Yo siempre le tuve miedo a los perros pero nunca lo dije. Pretexto. Mirate reflejado en el espejo de agua. Se ve lo mismo que te espera en los próximos meses. Turbio y frío. Incertidumbre y podredumbre. 

Los relámpagos. El aroma de la lluvia. El aroma del verano. En conjunto despiertan mis demonios, temerosos, despertaron pero siempre fueron bestias torpes que al final, si tan solo se quedan ahí, nunca serán peligrosos, porque ahora sin la cadena puesta no saben a donde ir.

Quiero un cigarro pero la caja está vacía. Tendré paciencia como siempre cuando todo termine.

Los demonios temerosos se apagaran lentamente como la fogata que se entrega a la noche con su anhelo infinito por ser revivida, por ser redescubierta.

¿Estamos encerrados?

¿Somos la cosecha que se está añejando para ser mejores?

Nunca más en la vida

Nunca te quedó claro que jamás quería volverte a ver, al menos por mi voluntad propia.  Por tu parte tenías esa idea idiota de que podíamos ...