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viernes, 16 de julio de 2021

La importancia de decir la verdad

La conocí fumando fuera de clase cuando le presté mi encendedor zippo. Ella me preguntó, mirándome como si fuera yo un tonto, - porqué la gente compraba encendedores que costaban 100 veces más que un encendedor común y corriente-.

Llegue a comprender su caracter que se sobresaltaba a la más mínima provocación. Siempre estaba enojada. Ella veía a todos nuestros compañeros como unos idiotas. Le molestaba que los padres de ellos pagaran el alquiler universitario y las colegiaturas. Ella trabajaba por las tardes en una cafetería y tenía una beca para las colegiaturas. Yo no se sí me sentía idiota, porque también me pagaban el alquiler y las colegiaturas, pero ella hacía que yo no me sintiera incómodo.

¿Porqué me aceptó? Tal vez porque soy muy callado. Ella hablaba y hablaba. Cuando ella pedía una opinión, yo contestaba con una opinión opuesta a lo que sinceramente pensaba, una mentira, intuyendo lo que ella quería escuchar. 

¿Porqué la acepté? Bueno, no hay mucho que razonar, simplemente me gustó y ya. Pero también me gustaba pasar por ella cuando salía de la cafetería, a pesar de que yo detestaba el café. Su ropa se impregnaba del olor a café y se combinaba con el humo del cigarro cuando nos sentábamos en el parque de la avenida México a bebernos, ella un vaso de café y yo un té chai. Ella se las arreglaba para sacar galletitas que comíamos después de fumar. 

El sabor de sus besos era del humo impregnado, agridulce, nostálgico, como respirarás una habitación con muebles viejos. 

Ella seimpre se metía en problemas con los profesores. No por falta de respeto sino por terca. Se cagó en la moral jesuíta. No tenía freno por decir lo que pensaba. Creo que por eso me gustaba, por eso le caía bien a mis amigos, porque ella se atrevía a decir o hacer lo que nosotros no podíamos.

Un día tuvo problemas en su casa y la metí de contrabando a la mía. Después nos la ingeniamos para rentar un departamento juntos y le mentí a mis padres, le dije que yo viviría con amigos. Pero ella no duró mucho tiempo conmigo, no le gustaba vivir conmigo y a decir verdad a mi no me gustaba vivir con ella, pero yo nunca se lo hubiera confesado.

Ella  no regresó a casa de sus padres, se fué a vivir sola. 

Terminamos cuando se fué de intercambio a otra universidad. Me dijo que seguramente se acostaría con otras personas y que si continuabamos con la relación eso estaría mal.

martes, 13 de julio de 2021

El fuego helado

Ella me enseñó que las personas eligen. Es algo tan básico, pero me costaba trabajo entender cuando yo buscaba que ella me quisiera.

Ella me enseñó a ver la libertad de las personas. Ellas pueden aparecer y desaparecer a su antojo.

Ella me enseñó que las personas aparecen cuando realmente las necesitas, no por capricho, y que debo estas dispuesto cuando se me necesite.

Ella me enseñó que en el amor yo no tenía que ser el más apto, sino estar en el momento indicado y lanzarme. Por tanto aprendí a quererme a mi mismo.

Aprendí a sentir la nostalgía escurriéndome en los huesos, ese intenso fuego helado recorriendo el tuétano, que no me puedía quitar y que tan solo olvidaba en periodos de escasas horas, pero estaba ahí esperándome, aconpañándome pacientemente. Ese fuego helado me quiebra, me quebró, y concluí que podía morir en la nostalgía y que más me valía aprender a lidiar con él, como un buen amigo, finalmente ese fuego te enseña el don de la paciencia.

Ninguna frase motivacional funciona a menos que converja la voluntad de dos personas. En ese momento la felicidad durará algunos minutos, si tienes suerte horas, pero se desvanecerá y quedará en un buen recuerdo, como la última tarde que la miré, a ella, desvaneciéndose como en un sueño, de hecho, tuve la sensación de despertar en una mañana soleada sintiendo mucho frío.

Estuvimos juntos, no recuerdo bien cuanto, pero fue lo soficiente para pensar que se quedaría, o más bien su presencia era más cotidiana que otras veces. Nos mirábamos cada tarde terminando el trabajo, nuestro trabajo tiene algo de científico. Debo confesar que cada tarde tenía miedo de que ella se fuera, como otras veces antes. Pero yo me sentía aliviado al recibir sus mensajes cada tarde para pasar a recogerla al final de la jornada. 

Me contó de su último trabajo mostrando resultados de laboratorio destacando una serie de pulsaciones cuyo periodo me recordó que podían explicarse con los eigen valores de una simple solución de la ecuación maestra de la mecánica cuántica clásica. Bien, le dije que podía explicarle. En años anteriores, cuando estudiábamos en la facultad nunca pude explicarle algo de manera efectiva. Pero ahora estaba dispuesto a explicarle mejor, pues tengo tiempo dando clases en la universidad. Era algo tan básico, y estaba emocionado que se asociara a ese experimento, que no puedo decir mucho, pero que tenía relación con algún sistema del cuerpo humano.

Aquella tarde me quedé sentado sobre la cama con arrugas esperando su mensaje para que fuéramos a cenar. Ella no escribió. Pero yo sabía donde encontrarla. De hecho nunca he intentado detener a alguien porque me parece que es como detener el curso de la vida. Pero esa tarde fui a buscarla, nos encontramos, la miré y supe que los días de su compañía habían terminado. Ella se fue.

Cuando se fué no me sentí triste. Me sentí como despertar de un sueño donde te sientes bien, descansado, pero el fuego frío te invade mientras terminas de despertar.  Me sentí helado otra vez.

Ella me enseñó que después de cierto tiempo es inútil esperar, pero uno debe estar alerta de un encuentro espontáneo. Después, mucho tiempo después la encontré. Después continuamos, pues si las arrugas de una sábana son como una playa llega el mar y borra los rastros.

Su partida y el fuego helado son colores, olores y sabores intensos, incluso le dan un toque mágico a mi vida. A pesar de todo, su regazo es un descanso, porque ella no es un amor cotidiano.

Nunca más en la vida

Nunca te quedó claro que jamás quería volverte a ver, al menos por mi voluntad propia.  Por tu parte tenías esa idea idiota de que podíamos ...