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domingo, 18 de enero de 2015

pequeño trayecto

En ciertos momentos, se vuelve indispensable para mí estar alejado de los niños. Sobre todo, cuando viajo en un vagon del subterráneo y en domingo. Algunos rostros son como imanes, y es necesario mirarlos, como el de aquella mujer con mirada penetrante. Realmente estaba distraído, y no era mi intensión jugar a quien sostiene la mirada por mayor tiempo. 

Tímidamente bajé la mirada hacia el periódico, estaba a punto de finalizar mi lectura. Después subió una mujer, una chica, más joven como de mi edad. También a llamado mi atención, pero supongo es algo común, yo mismo me aseguré de esto mirando unos segundos su rostro semicubierto por el cabello. 

Cuando tomó el asiento, pude percivir cierto parecido con la mujer de algún mural, de esos que resaltan la raza pura de nuestro pueblo prehíspanico. Almenos como lo conciben la mayoría de los artístas en esa índole. 

Tal vez fueron las medias negras, el aspecto sombrío y cierto carisma. Sacó de su bolsa el mismo periódico que yo estaba leyendo, y la miré unos cuantos segundos más. Tal vez fueron las medias negras, o el periódico. Vislumbré una posible charla, tal vez fuerón las medias negras y el periódico. 

Porbablemente, pensé, que bajaría en la misma estación. Pues es bien sabido que por estos rumbos casí vivimos personas de la misma edad y con las mismas características, pero también en la estación última del recorrido. Es solo una idea que hice, casí todos bajan en la penúltima estación. 

Entonces yo preguntaría si le ha gustado el suplemento del domingo, porque a mí no me gustó nadita. 

Su vista quedó perdida en las columnas dominicales del periódico, y yo bajé en la penúltima estación. Ella siguió sentada, entonces supe que se perderia para siempre.

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