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sábado, 22 de enero de 2022

Nada que ofrecer en sábado por la noche

 Cada semana escucho por lo menos un disco nuevo. Pero el algoritmo del streaming algunas veces me regresa en el tiempo. Estaba sonando una tonta canción de enjambre que estaba de moda antes de que entrara a la universidad. Podrías recordarla si canto un poco de las estrofas, pero claro que no lo haré, que pena. Es un pretexto más para escribir. 

La canción estaba sonando un día de enero, entre semana, mientras me ponía una buena borrachera de miércoles, o de martes, o de jueves, no recuerdo bien pero si era entre semana. Por la tarde me había agarrado la policía por tomar una vuelta prohibida con el coche cuando te llevaba para tu casa. Estaba distraído, creo que lo sospechabas, que tenía algo que decirte pero como nunca me atrevía, no lo dije, te cagaste de risa, recuerdo perfectamente porqué, no es bueno recordar con tantos detalles porque tal vez no es bueno que a menudo visite esos lugares en ese tiempo en un loop que parece infinito. No es bueno recordar a detalle porque simplemente no es bueno. La canción me hizo regresar. Te marqué por la noche, ni estando borracho te dije que te quería. Solo dije que quería molestarte, como si eso fuera gracioso, y seguimos hablando. Desde donde estaba era una llamada de larga distancia, a pesar de que no estaba marcando de tan lejos de tu casa. Pero, ¿así lo hacía la gente? ¿no? Llamaban sin importar. A mi me costaba tanto tomar el teléfono. Ahora más. Antes me costaba marcarte, ahora más. 

Pero regresé al presente, ahora estoy aquí. Me quedé con muy poca plata, no pude salir a cenar esta noche de sábado. Encontré un lugar donde no te quiero invitar la próxima vez que te vea, porque es mi lugar, mi refugio, no quiero crear recuerdos con alguien en ese lugar, pero aveces sería bueno que estuvieras, solo para que no piensen que parece raro tomar la misma mesa, frente al árbol con luces, ordenando la misma pizza, evitando la misma pasta, evitando la mima copa de vino. En fin, no sería mala idea. 

Bueno, pero it not gonna work, porque empezaré a torcer mi sinceridad, mi espontaneidad. Pondré un escudo, estaría pisado el acelerador y el freno a la vez. Será aburrido. Bostezarás y querrás irte a tu casa. Te irás a casa. I'll try to be fine, I'll be fine.

Estoy aquí, me quedé con poca plata para terminar el mes. Estarías leyendo, mientras termino los pendientes de la semana, con este frío, si, mis pendientes, ya sabes, todas esas cosas a las que me comprometo sin pensar si las voy a terminar, estresado. En verdad no se me ocurre algo divertido que hacer. Podría poner una película pero ya quitaron las buenas películas en el straming, Seré pretensioso y recomendaré algo que miré en algún ciclo mas o menos, menos que más "inmamable". Te quedarás dormida, aburrida, conozco esa historía, podría intentar despertarte y fingirás que no escuchas, o no escucharás. Al otro día querrás escapar temprano, pensando en que no quieres perder más tu tiempo, porque con todo esto, bloqueado, no se me ocurrirá algo bueno para preparar para que desayunes. 

Es bueno decirlo porque mañana lo olvidaré. Y así, cada fin de semana, como en los últimos años. Tal vez siga llamándote para demostrarme mil veces que siempre será así. No necesitas escucharme, perdiendo tu energía. No lo sé, llamaré otra vez hasta que se me ocurra algo creativo. Pero si, claro, si estuvieras aquí la estarías pasando mal, aunque yo estaría bien, respirando tu esencia infinita, solo para ignorar el frio, y el ruido de las paredes, el ruido de mis miedos, de las preocupaciones, del mundo. 

No tengo nada que ofrecerte este sábado esta noche, nunca he tenido que ofrecer. 



viernes, 19 de noviembre de 2021

¿Cómo actúan las personas normales?

 ¿Cómo actúan las personas normales?


Me regalaron un par de boletos para el cine y un cupón de palomitas. Advertí, a los amigos que me regalaron dichas entradas, que no era buena idea, porque era mejor que los aprovechara alguien que fuera con alguien. 


Pensé en decirte, obviamente, porque alguien en sus cabales lo haría. Pero ya sabes, no tengo la confianza de hacerlo. Bueno, después de que no respondieras el último mensaje, no sentí confianza de decirte, mas bien, pienso que podía ser algo molesto para ti que volviera a escribirte un mensaje o que te marcara.  


¿Qué ironía no? Me invitaban a salir hoy viernes, por la tarde o por la noche. Pero dije que no podía, inventé una mentira, “dije que saldría con amigos”. Tal vez pensaba que podías responder en la tarde y no quería haberme comprometido con alguien más. ¿Te pasa lo mismo? Que te invita a salir alguien que no quieres y la persona con la que quisieras salir no responde. Por su puesto que no, ojalá que no. Al final, las personas deben salir con quien se sientan bien. Y cuando coinciden dos personas que quieren estar juntos es oro puro. Eso pienso que es normal ¿no? 


Bueno. Pedí uno de esos taxis por aplicación. Habían pasado 20 minutos, lo que significaba que llegaría tarde a la función y me imaginaba la fila larga del cine para las palomitas. Cancelé el taxi y pedí mi reembolso. Pensé que podría darme tiempo para cortarme el cabello, pero me dijeron que regresara en 40 minutos porque estaban ocupados. 


Necesitaba algo. Tengo una gastritis horrible, entonces me sentí miserable, porque las cosas que podían hacerme felices en ese momento no podía hacerlas: ir a comer algo rico, beberme un café, hasta quise una cerveza. Me regresé a casa, porqué sentí miedo que las cosas no estuvieran fluyendo, no fuera la de malas que me fuera a pasar algo, atropellarme o algo. 


Podía ir con amigos, pero no quería escucharlos. Me dije, oye, tienes aún mucho trabajo. Y si, sabes que llega el viernes por la tarde y el fin de semana, un poco cansado. La pandemia le dió en la torre a mi escape con el trabajo. Porque podía estar en la oficina, olvidando todo esto. También podría estar en casa, pero no quería hacer nada. Ni siquiera escribir los cuentos que me hace falta terminar. 


Está la luna muy bella. Lo único que queda es ponerme mis tenis y salir a correr y a correr hasta cansarme. Cansarme y cansarme, y poder dormir, poder dormir. 

viernes, 5 de noviembre de 2021

Bendita sea la ciencia que nos da solución a todo

 


Estoy escuchando a Muzz, el proyecto de Paul Banks. Hay una canción que dice al final “don’t Call me stupid”…. “Bad feeling” 


https://www.youtube.com/watch?v=nIiR7Tsypo4&list=RDMM&index=3


Hoy es uno de esos días fríos de octubre, ¿no te parece que es confuso este otoño? Parece invierno. Estuve escuchando en la tarde el disco “our love to admire”. 


En días así me gusta escucharlo. Confieso algo, encontré en YouTube el play List con un concierto del 2007 similar al del Festival Manifest donde ví por primera vez a Interpol. Era un día como este. Fue uno de los mejores conciertos que recuerdo con mucha nostalgia. Fue en el parque alameda poniente, polvoso, frío, con vasos tirados de cerveza,  el frío, el polvo, …


Tiene 10 años que no bebo una cerveza. La travesía de estar limpio Aveces extraño tomarme una cerveza, el temblor, vasos fríos que huelen amargo, cigarros que te quitan el sabor de las cosas. La sensación de apagar el dolor.


Cambié de médico. ¿Porqué no lo consulté desde el principio? Me hubiera ahorrado un buen dinero. Te hubiera contado a tí. Antes de todo. Pero, ¿porqué tengo la sensación de que no me doy a entender? ¿Porqué tengo la sensación de que mis charlas son como el café amargo que nadie se quiere beber? Por eso me tomaba el café express, porque no es malo. 


Quisiera que las cosas fueran más técnicas, como la solución de una ecuación diferencial. Sí, encuentras la solución y solo basta variar los parámetros para resolver distintos escenarios. 


Entre las preguntas del médico, sobre los síntomas, etcétera, llegó a cosas más personales. 


¿Eres enojón? 

Si, me enojo mucho pero no lo demuestro. Si preguntas a la gente que convive conmigo te dirán que soy muy tranquilo y nada agresivo.


¿Haces ejercicio? Si


¿Tienes amigos? Si.


¿Cuantos?  Muy pocos


¿Sales con ellos? ¿Haces cosas con ellos? No, bueno tal vez unas tres veces al año. 


¿Tienes pareja? No, desde hace un par de años. 


Bueno - le dije - que casi todas las cosas las hago solo. Que me estreso con facilidad. ¿Entonces el ejercicio no me quita el estrés?  


Solo un 30 por ciento, respondió.


Entonces me dijo que va a darme un nuevo tratamiento. Arreglar el estómago y después mandará algo para el estrés. Entendí, que en forma personal faltan hacer varias cosas. Todos esos deberes sociales que nos hacen humanos en comunidad. Si. 


Me can bien ese doctor porque no se mete conmigo. Es decir, no me dijo que tengo que hacer todos esos deberes sociales, creo que entiende que soy incapaz de hacerlo. Y eso está bien. 


Bendita sea la ciencia que nos da solución a todo. 


Aquí estoy jugándole al loquito, contando, contándote. 


¿No te parece que estos días son confusos? Son mis favoritos. 


Quiero una cocoa caliente. También unas palomitas de caramelo. No puedo tomar la cocoa caliente pero sí las palomitas de caramelo. Creo que sí. Tal vez mañana. Más bien el domingo en la noche cuando vaya a ver una película de la semana del cine alemán. Porque mañana conseguí boletos para la orquesta sinfónica, ¡van a tocar Mahler ! Significa mucho para mí. Esta vez espero llegar temprano, porque bien frito he llegado tarde y no me dejan pasar, si Mahler significa mucho para mí, pero es una historia que no quieres escuchar. 


Estoy atrasado en todo. En mi trabajo, en la bitácora que quería escribir, en el cuento que quería terminar esta semana. Ya sabes, ese sentimiento de siempre, de estar atrasado en la vida. Tengo la oportunidad de dormirme temprano para mañana levantarme temprano y poder terminar los pendientes de la semana. Sí, mañana sábado. Y el domingo. No tengo problemas con levantarme temprano, tengo problemas con cargar esa sensación de que tengo cosas pendientes por hacer. 


Estoy sentado en este monitor y las cosas se ven aún a medias. 


Pero tenemos cobijas calientitas, sandwich, bebida caliente, un buen clima, qué más se puede pedir, buena música. 


Yo pienso que se puede sustituir toda esa basura de las cosas que uno debe hacer para que no seas un bicho raro, para que no te vean como un bicho raro. Sabes, al final no me importa, solo quiero que mi salud vaya bien. Y disfrutar las cosas. 


Hace poco un amigo me dijo que es mi última oportunidad de echar desmadre. Pero la paso bien. De verdad. Creo que cada quién tiene una forma diferente de ver la vida. La paso bien, solo es esta espina clavada en mi pie, pero uno no puede vivir en un caparazón que no eres, pues desde pequeños fluimos de una manera distinta. Por mi parte, desde niño, me gustaba perderme en la oscuridad del jardín por las noches. Caminar solo en la oscuridad. Pero con buena salud. Que así sea.

lunes, 11 de octubre de 2021

Solo quería contarte

Solo quería contarte

Solo quería contarte que siento miedo, que no se si lo voy a lograr. Aunque ni siquiera sé lo que estoy buscando.

Solo quería contarte que nunca me había sentido tan desorientado, pero tengo mucho miedo, de algo que está tan arraigado, pero teme revelarse.

Tengo miedo de que se valla la juventud. Eres la última persona de mi generación que no se ha casado. Pero pronto lo harás y quedaré yo como bicho raro, viviendo la vida lentamente, lo que me tocaba vivir antes de conocerte, de quererte, pero llegué tarde, siempre llego tarde, llegué tarde a la vida.

Tengo miedo del tiempo perdido, que he pasado mirando los atardeceres desde la ventana sin decidirme a abrir la puerta, salir y caminar hasta el horizonte.

Tengo miedo de los resultados de ese estudio de salud, que sea algo irreversible, que me convierta en un inútil. De verdad no me quejo. Siento que nadie me cree que esta vez si me siento muy mal.

Quería contarte muchas cosas que no es tu obligación escuchar. Pero quería contarlas. No me siento solo, no le temo a la muerte, pero tengo muchas cosas que contar. Que mi tesis del doctorado está super chida, que me gusta mucho lo que hago, cómo mueren las estrellas, cómo danzan, cómo explotan, cómo fríen galaxias. Que he estado perdido, que he tenido mucho miedo, pero he estado contento, que casi pierdo un vuelo en el Medio Oriente por quedarme dormido, o no hablar correcto inglés en la aduana de schiphol, que me estafaron tomando el té en Shangai, que estuve a punto de caerme en la pirámide más alta de Cobá, …

No quería que cambiaras la plática o que te distrajeras con el celular. Que miraras con pánico la hora de tu reloj, como arrepintiéndote, vertiéndote de culpa porque terminaba esa linda tarde de otoño, que supongo querías aprovechar para hacer algo mejor.

Después quería contarte que me dio gusto verte de nuevo. Que con tu vestido eras la más linda del lugar, de la cafetería y de los lugares que pasamos. Que podía llegar alguien en motocicleta, tomarte de la mano y decir que dejarás a este ser tan aburrido.

Tenía tanto que contarte, pero preferí preguntarte, para que tú hablaras y hablaras, eso hago siempre, preguntas, para que las personas hablen y yo pueda escuchar, porque yo no sé cómo decir las cosas.

Uno nunca dice abiertamente que esas cosas pasan por la cabeza para no verse como un perdedor. Déjame pagar la cuenta de la cafetería para no sentir culpa yo también.

viernes, 24 de septiembre de 2021

Manual para convertirse en un fantasma

Nota: Si prefieres escuchar el relato en lugar de leerlo da click aquí





En la entrevista con el fantasma les dejamos sus consejos más destacados para seguir o evitar.

Nos citó en un parque donde su memoria nostálgica revela imágenes cada vez menos claras de sus recuerdos, mismos que con el paso del tiempo parecen mentiras.

Llegó, tímidamente, disculpándose por el retraso. Su tez blanquizca se puso enrojecida revelando su agitación causada por caminar a a toda prisa. Vestía una camisa cuadrada de franela (como de leñador) con cuadros rojos y azules, un pantalón negro con nébulas blancas estáticas delatando el paso feroz del tiempo junto con unas botas merrel de senderismo que alguna vez fuerón cómodas.  En su mano trae un libro, maltratado, y el estuche de unos lentes.

A nuestro alrededor se escucha el ruido de las escobas de vara que agitan los intendentes del parque de la bombilla, rayando el piso de cantera, pero atrapando eficazmente las primeras hojas del otoño. El aire es frío, pero el sol lanza unos rayos ardientes. 

- ¿Quieres un café? - le pregunté -
- No, estoy bien así - respondió sacando un cigarro Lucky Strike de una cajita metálica.
 
Le pregunté por qué se hace llamar “el fantasma”. Esperando una respuesta poco concreta, me contó que en su cumpleaños 16 un amigó le regaló un libro de poemas titulado “Los Fantasmas” de Javier Mardel. Almas penando por la soledad y el abandono, habitando cuerpos vivos, distraídos, únicamente capaces de percibir el dolor, incertidumbre y nostalgia.

- A los fantasmas no nos gusta vivir - dijo -
-¿Has pensado en quitarte la vida? - pregunté-
-La única razón por la que no lo he hecho es que mi familia no podría cobrar el seguro de vida - Respondió -

También dijo que alguna vez contrató a alguien a quien confió su muerte misma que haría pasar por homicidio, así no provocaría problemas a nadie. Pero parece que aquella persona escapó con el dinero, porque hace tres años del supuesto trato, pero El Fantasma tiene la esperanza de que el asesino a sueldo aparezca.

-¿Desde cuándo no te sientes cómodo en el mundo? - pregunté.

Bueno, cómo decirlo (respondió). Yo creo que es una cuestión de tiempo aceptarlo. Tengo recuerdos desde la niñez donde me daba cuenta que no encajaba en ningún lado. Nunca tuve amigos. De hecho, por ejemplo, mis fiestas de cumpleaños eran reuniones para que mis padres se vieran con la familia o amigos. Siempre había pocos niños, aburridos, los suficientes para sentir que no valía la pena la fiesta. A los ocho años mi madre me sugirió que podría invitar a algunos compañeros de la escuela. Me dió pena decirle que ni siquiera sabía cómo se llamaban, bueno, si conocía el nombre del niño a quien siempre regañaban y a la niña que me gustaba a quién alguna vez invité a los juegos de video y no llegó. Entonces, para no tener más reuniones incómodas de cumpleaños, le dije a mi madre que ese dinero que gastaba en la fiesta podría dármelo para ahorrar y comprarme un videojuego. Desde entonces aprendí a crear excusas para no festejar mi cumpleaños y se hizo una costumbre.

- ¿Cuándo es tu cumpleaños? - pregunté-
- En otoño, por estos días … - respondió con inexactitud -
- ¿Porqué celebraste tu cumpleaños 16? si las fiestas no eran lo tuyo - pregunté -
- Porque a esa edad me conseguí unos amigos y querían emborracharse - respondió-
- Al inicio decías que los fantasmas solo saben sentir dolor. ¿Tú sientes dolor? ¿Desde cuándo lo sientes? - pregunté -

No sé cómo explicarlo (respondió), pero como te decía, es cuestión de tiempo aceptar que te sientes mal. Hay algo muy curioso, en la escuela, en la familia, la gente que te forma te enseñan a ser una especie de robot, algo educado para ser cortés, para no hacer sentir incómodas a las personas, hacer una carrera, conseguir un trabajo, hacer una familia. Eres funcional en un mundo funcional. Pero no te sientes cómodo. No descansas, ni siquiera en los días de descanso, algo te impide dormir tranquilo o siquiera dormir, le temes a la muerte y a la vida, hasta que la muerte se piensa como un instante lúcido pasajero y la vida te aterra cada vez más.

- ¿Probaste algunas drogas para hacerte sentir bien? - pregunté -

Ya te dije que aprendí a ser funcional. Las drogas me hacían poco funcional. Ahora tengo una familia, y me cargo esa moral de no dejarlos desamparados, así como mi padre nunca lo hizo, ah... mis padres, siempre tuve la sospecha de que nací por capricho de mi madre. Pero uno repite patrones, dejas de vivir para que otros vivan, eso hicieron mis padres conmigo, eso hice con mis hijos. La vida se convierte en una muerte funcional.

- ¿Por qué un fantasma se casó? - pregunté -

Bueno, estoy divorciado ahora y pago una pensión para mis hijos. Me casé cuando creía no sentir dolor por amor, hasta que el dolor regresó y el amor que sentía mi esposa se desvaneció.

                                                          *** 


La entrevista continúa. No transcribo toda por la limitante de dos cuartillas. La entrevista ha quedado guardada por mucho tiempo hasta el día de hoy que apareció una nota en el periódico sobre el homicidio de El Fantasma. Yo deseo que la muerte sea lo que él esperaba, y que no exista el purgatorio y el cielo para que su alma no esté en pena.

Después de la entrevista nos dijo que él pensaba que la gente que no siente dolor tiene miedo. Y que su manual para ser fantasma tiene que evitarse. Por supuesto está basado en el miedo. He aquí el manual.

  • Aislamiento del mundo y evitar a personas que sienten aprecio por tí.
  • No llegar a la cena que planearon para tí.
  • No llegar a cenas o reuniones importantes.
  • Evitar festejar tu cumpleaños.
  • Evitar los cumpleaños de tus amigos porque sientes que no lo harás tan bien como ellos lo hacen por tí.
  • Evitar que la gente te felicite por las cosas buenas.
  • No manifestar el dolor y alegría.
  • Esconderte.
  • No dar tu opinión.
  • Ser poco participativo.
  • Evitar reuniones.
  • Salir a lugares concurridos donde te sientes aislado.
  • Evitar a los amigos de la chica con la que estás saliendo porque piensas que le van a decir que no vales la pena.
  • Pensar por las personas.
  • No pedir ayuda.
  • No ser servicial.
  • No brindar ayuda.


viernes, 16 de julio de 2021

La importancia de decir la verdad

La conocí fumando fuera de clase cuando le presté mi encendedor zippo. Ella me preguntó, mirándome como si fuera yo un tonto, - porqué la gente compraba encendedores que costaban 100 veces más que un encendedor común y corriente-.

Llegue a comprender su caracter que se sobresaltaba a la más mínima provocación. Siempre estaba enojada. Ella veía a todos nuestros compañeros como unos idiotas. Le molestaba que los padres de ellos pagaran el alquiler universitario y las colegiaturas. Ella trabajaba por las tardes en una cafetería y tenía una beca para las colegiaturas. Yo no se sí me sentía idiota, porque también me pagaban el alquiler y las colegiaturas, pero ella hacía que yo no me sintiera incómodo.

¿Porqué me aceptó? Tal vez porque soy muy callado. Ella hablaba y hablaba. Cuando ella pedía una opinión, yo contestaba con una opinión opuesta a lo que sinceramente pensaba, una mentira, intuyendo lo que ella quería escuchar. 

¿Porqué la acepté? Bueno, no hay mucho que razonar, simplemente me gustó y ya. Pero también me gustaba pasar por ella cuando salía de la cafetería, a pesar de que yo detestaba el café. Su ropa se impregnaba del olor a café y se combinaba con el humo del cigarro cuando nos sentábamos en el parque de la avenida México a bebernos, ella un vaso de café y yo un té chai. Ella se las arreglaba para sacar galletitas que comíamos después de fumar. 

El sabor de sus besos era del humo impregnado, agridulce, nostálgico, como respirarás una habitación con muebles viejos. 

Ella seimpre se metía en problemas con los profesores. No por falta de respeto sino por terca. Se cagó en la moral jesuíta. No tenía freno por decir lo que pensaba. Creo que por eso me gustaba, por eso le caía bien a mis amigos, porque ella se atrevía a decir o hacer lo que nosotros no podíamos.

Un día tuvo problemas en su casa y la metí de contrabando a la mía. Después nos la ingeniamos para rentar un departamento juntos y le mentí a mis padres, le dije que yo viviría con amigos. Pero ella no duró mucho tiempo conmigo, no le gustaba vivir conmigo y a decir verdad a mi no me gustaba vivir con ella, pero yo nunca se lo hubiera confesado.

Ella  no regresó a casa de sus padres, se fué a vivir sola. 

Terminamos cuando se fué de intercambio a otra universidad. Me dijo que seguramente se acostaría con otras personas y que si continuabamos con la relación eso estaría mal.

martes, 13 de julio de 2021

El fuego helado

Ella me enseñó que las personas eligen. Es algo tan básico, pero me costaba trabajo entender cuando yo buscaba que ella me quisiera.

Ella me enseñó a ver la libertad de las personas. Ellas pueden aparecer y desaparecer a su antojo.

Ella me enseñó que las personas aparecen cuando realmente las necesitas, no por capricho, y que debo estas dispuesto cuando se me necesite.

Ella me enseñó que en el amor yo no tenía que ser el más apto, sino estar en el momento indicado y lanzarme. Por tanto aprendí a quererme a mi mismo.

Aprendí a sentir la nostalgía escurriéndome en los huesos, ese intenso fuego helado recorriendo el tuétano, que no me puedía quitar y que tan solo olvidaba en periodos de escasas horas, pero estaba ahí esperándome, aconpañándome pacientemente. Ese fuego helado me quiebra, me quebró, y concluí que podía morir en la nostalgía y que más me valía aprender a lidiar con él, como un buen amigo, finalmente ese fuego te enseña el don de la paciencia.

Ninguna frase motivacional funciona a menos que converja la voluntad de dos personas. En ese momento la felicidad durará algunos minutos, si tienes suerte horas, pero se desvanecerá y quedará en un buen recuerdo, como la última tarde que la miré, a ella, desvaneciéndose como en un sueño, de hecho, tuve la sensación de despertar en una mañana soleada sintiendo mucho frío.

Estuvimos juntos, no recuerdo bien cuanto, pero fue lo soficiente para pensar que se quedaría, o más bien su presencia era más cotidiana que otras veces. Nos mirábamos cada tarde terminando el trabajo, nuestro trabajo tiene algo de científico. Debo confesar que cada tarde tenía miedo de que ella se fuera, como otras veces antes. Pero yo me sentía aliviado al recibir sus mensajes cada tarde para pasar a recogerla al final de la jornada. 

Me contó de su último trabajo mostrando resultados de laboratorio destacando una serie de pulsaciones cuyo periodo me recordó que podían explicarse con los eigen valores de una simple solución de la ecuación maestra de la mecánica cuántica clásica. Bien, le dije que podía explicarle. En años anteriores, cuando estudiábamos en la facultad nunca pude explicarle algo de manera efectiva. Pero ahora estaba dispuesto a explicarle mejor, pues tengo tiempo dando clases en la universidad. Era algo tan básico, y estaba emocionado que se asociara a ese experimento, que no puedo decir mucho, pero que tenía relación con algún sistema del cuerpo humano.

Aquella tarde me quedé sentado sobre la cama con arrugas esperando su mensaje para que fuéramos a cenar. Ella no escribió. Pero yo sabía donde encontrarla. De hecho nunca he intentado detener a alguien porque me parece que es como detener el curso de la vida. Pero esa tarde fui a buscarla, nos encontramos, la miré y supe que los días de su compañía habían terminado. Ella se fue.

Cuando se fué no me sentí triste. Me sentí como despertar de un sueño donde te sientes bien, descansado, pero el fuego frío te invade mientras terminas de despertar.  Me sentí helado otra vez.

Ella me enseñó que después de cierto tiempo es inútil esperar, pero uno debe estar alerta de un encuentro espontáneo. Después, mucho tiempo después la encontré. Después continuamos, pues si las arrugas de una sábana son como una playa llega el mar y borra los rastros.

Su partida y el fuego helado son colores, olores y sabores intensos, incluso le dan un toque mágico a mi vida. A pesar de todo, su regazo es un descanso, porque ella no es un amor cotidiano.

domingo, 27 de junio de 2021

La tarea de matemáticas no te consiguen novia

La vi por primera vez en una tarde de lluvia fuerte. Era una de esas lluvias fuera de lugar en octubre, muy intensa pero que no servía para que nacieran nuevas flores, mas bien lluvias peligrosas, porque las ramas de los árboles son más débiles, por ser otoño, y pueden caerte encima. 

En esa tarde de lluvia fuerte estaba Sandra mirando por el ventanal grande de la biblioteca que vibraba y crujía debido a los fuertes vientos, todos temíamos que se rompiera y nos alejamos del ventanal pero Sandy se quedo cerca mirando la fuerte lluvia con cara de asombro y una actitud retadora. Pensé en ese momento que esa chica debía ser depresiva por el hecho de no importarle el peligro en el que estaba y que podía lastimarse. Por alguna torcida razón me gustó eso de ella y comencé a buscarla en las tardes cuando me juntaba con mis amigos a resolver la tarea. 

Sandy tenía una blusa de sandías, no era alta ni baja, tenía un cabello negro que no era largo ni corto y la piel de blancanieves, en las manos resaltaban sus uñas pintadas de negro, aveces de azul y algunas otras veces de rojo. Parecía siempre estar sola y pocas veces la veías haciendo tarea en equipo. 

Ella tomaba el café y postres por la mañana, lo hacía a la luz del sol como si tuviera que regularse su sangre fría. Días antes la mencionaba yo bastante con mis amigos como "la chica de la blusa de sandías", me gustaba muchísimo, la mendioné tantas veces en nuestras charlas que una mañana de postres y café mi amigo German le habló para preguntarle su nombre, en seguida me llamó para que me acercara y me presentó con ella. 

Días después Sandy sandías se sentaba en nuestra mesa en las tardes para hacer tareas. German me preguntaba cuándo iba a intentar algo con ella, cuándo le invitaría yo un café, pero si bien, o mas bien, para mal, nuestro grupo de amigos podría etiquetarse en aquel momento como nerds y sobre todo erizos, quiero decir que no teníamos dinero extra para una taza extra de café. La única cosa que logré con Sandy fue pedirle que me tradujera tres capitulos de análisis complejo que estaba escrito en inglés y le pagaba con chocolates comprados con el sobrante del sobrante por las tazas de café que podía evitar comprar. 

German sugería que era un buen detalle ayudarle con sus tareas de matemáticas que yo no entendía muy bien de hecho, en ese momento de mi vida yo estaba en el punto más complicado de mis estudios universitarios, aquellos días donde te preguntas si elegiste bien de carrera/estudios, si realmente quieres hacer eso toda tu vida. Pero de hecho nunca me imagine saliendo con Sandy sandías porque nisiquiera me sentía vivo, me sentía como el concreto frío, el vidrio inerte, una máquina programada, simplemente no era recíproco, ella miraba a otro lado en el horizonte. Me gustaba tanto que la asumí como una película que podía verse, incluyo disfrutarse, pero no palparse, nisiquiera respirarse.

Mi amigo German pasó el resto del semestre con Sandy sandías platicando, riendo y resolviendo sus tareas de matemáticas, que de hecho, si eran bien complicadas. German dejó de atender sus tareas propias para terminar las tareas de ella.

Yo no sé si ese grupo de nerds tenía la lógica de otros grupos nerds, o si todos los nerds son iguales, ellos decían que ayudar con las tareas a alguien y reír mucho implicaba un paso a una relación ¿es así? Nunca lo supe. Sandy sandías me encontró en la cafetería una mañana de café y postre. Me contó que German le pidió que fueran novios y que ella dijo que no, y que desde entonces él era hostíl con ella, los otros, nuestros, amigos y amigas le hablaban mal, la miraban mal, hacían cosas que la hacían sentir mal. 

Cuando ella terminó de contarme le dije una de las cosas probablemente más patéticas para mí y mas sensatas para ella. Le dije que nunca entendí porque empezó a juntarse con nosotros si eramos unos nerds, que no eramos divertidos, .... , que simplemente no entendía, que no tenía que soportar las groserías de los demás, chistes idiotas, que no entendía que hacía con nosotros, que eramos unos ñoños. 

German reprobó todas sus materias ese semestre y no le vimos mucho el siguiente. Así como Sandy sandías me alejé de el grupo aquel, incluso inscribí materías distintas en distintos horarios para que nuestras tareas no fueran iguales a las de los nerds. Sandy sandías comenzó a pasar más tiempo en la cafetería que en la biblioteca, de vez en cuando nos saludamos, y con el tiempo dejó de aparecerse. 

Cuando me gradué de la facultad no supe más de ella ni de German. Los ñoños pensaban que dejé de frecuentar a German por intentar con Sandy lo que yo no intenté, pero en batallas ficticias un ganador o perdedor es ficticio. No se si esa regla es global pero si alguien la imagina dudo que sea posible que resolverle la tarea de matemáticas a tu musa te de una oportunidad, claro a menos de que a ella le gustes también, pero eso evidentemente se notará, pues la tarea pasa a ser irrelevante. 






domingo, 7 de febrero de 2021

El tiempo que se nos fue: Historias abandonadas


Nunca me he tomado un momento para contarles una historia que de verdad ocurriera en mi vida. A muchos de ustedes, más bien a pocos, muy pocos, que han leído este blog, he comentado que en este espacio, desde hace tiempo intento ejercitar mi imaginación para inventar cuentos o crónicas. Todos son ficticios. Nunca he borrado ninguna para mirarme al espejo del pasado y que salten las burradas, faltas de ortografía, profanación de la puntuación y el orden de mis ideas. Además de que al inicio solo podía hablar de cosas que pasaban pero que cambiaba nombres para lograr la variante de algo que no quería que ocurriera o que ocurriera. Después me pareció penoso. Además, a la fecha todo es malo.

En fin, esta historia comienza con los buenos recuerdos. Me gusta viajar, cerca o lejos. Me gusta subirme a un autobús o avión y mirar por la ventana por mucho tiempo. Me gusta conducir. Me gusta tomar la bicicleta. Pero en el año 2020 no tuve alguna experiencia que contar. Por la pandemia no pude planear un viaje. De hecho perdí un boleto de avión. Renté un auto como 4 veces para poder salir de la ciudad, visitar a mis padres, conducir aleatoriamente por la carretera y regresar al departamento que de hecho voy a dejar de ocupar el próximo més.

Bueno, sigo con el tema de los recuerdos. Mi celular tiene como fondo de pantalla un corte del caballo que aparece en la pintura que pongo al principio. Esa pintura quedó en mi mente como una obsesión oculta. Abrí la carpeta de fotografías en mi computadora y me quedé mirando preguntándome qué significaba. Confieso que la tomé por el caballo que se ve algo bonachón a pesar de que la escena parece una batalla, si, un caballo relajado en una batalla.  

Publiqué la imagen en mis redes sociales para que me ayudaran a interpretar la imagen, pero más bien con la esperanza de que alguien conociera el origen de la pintura. Hice la pregunta tonta ¿Les parece un ángel de fuego? Afortunadamente mi amigo Hugo Benítez conocía la explicación, cito sus palabras:

"Es el buen Imam chiíta Alí en las guerras de apostasía, guerras Ridda, mientras se disputaba el título de heredero de Mahoma, por eso está presente el León de Allah. No le prenden fuego, es para tapar su imagen porque está prohibido representarlo. Es el fuego de Mahoma."

Les cuento dónde tomé la fotografía. En el invierno 2017-2018 obtuve una beca de AMUHJ para tomar cursos en una escuela de invierno sobre astrofísica de altas energías en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Fue la mejor experiencia que pudo pasarme cuando estudiaba la maestría porque significaba tomar cursos con investigadores que hicieron aportaciones fundamentales en mi campo de estudio, además obviamente por conocer un lugar muy interesante y fundamental en la historia de occidente. La escuela fue muy intensa y tomábamos clases desde muy temprano hasta el anochecer. Bueno, sucedió que un jueves nos dijeron que el Museo de Israel cerraba tarde ese día, que era una buena oportunidad para visitar ese gran museo. Y así fue.

El museo de Israel es muy grande y tiene una colección impresionante de culturas como Mesopotamia, Roma, Egipto; una gran variedad de pinturas de distintas épocas. Comencé a tomar muchas fotografías por el miedo a nunca regresar y de hecho no se si regrese en mi vida. ¡Quisiera regresar!

Bueno sí, en dicho museo tomé la foto del caballo. Estaba ebrio de ver tantas cosas que olvidé tomar foto de la explicación de la fotografía y me sentía frustrado por no saberlo.

Una vez que supe el significado de la pintura me sentí triste, pues estaba suponiendo que se trataba de un ángel de fuego, estaba suponiendo... en lugar de indagar. Sentí pena por mi pobreza cultural.

Estaba pensando en el tiempo que ha pasado, el suficiente para ser mejor. Temo que no he tenido conciencia del esfuerzo, es decir, pensar que cada día es una oportunidad para ser mejor persona en muchos aspectos.

No he contactado a mis amigos y me pesa que el tiempo pase, y que probablemente he perdido su amistad.

Miraba las entradas antiguas del blog y nunca hice una tercera o cuarta revisión para que fueran un poco más decentes. Es un espacio flaco.

Al espacio le tengo cariño. De hecho en el fondo quería que tuviera cierto alcance pero nunca lo profesionalicé. De hecho también tomé un taller para hacerlo, donde confieso que abandoné porque era orientado más al marketing (y a las reflexiones amorosas de imagen de papelería) y fui criticado por escribir solo por hacerlo sin el afán de lograr una contribución monetaria. Me dijeron además de que tenía una especie de síndrome (que más bien suena a ocurrencia) del escritor pesimista.

Pensaba borrar el espacio, que evidentemente solo yo extrañaría y crear uno nuevo. Pero no lo borraré, como muestra de que en este punto realmente tuve el deseo de ponerle seriedad y estructura a estas historias abandonadas.

Pensaba borrar el espacio para obligarme a hacer otras cosas que me gustan fuera de la academia, como crear música, leer más cuentos, mirar mapas, ...

Realmente no sé si he tomado las cosas que me sorprenden tan enserio.

sábado, 6 de febrero de 2021

Espesas historias

Escuché a Fernández decir que podías considerarte buen cuentista si estás platicando en un restaurante con alguien que evita distraerse preguntándose si la ensalada contiene ingredientes del mediterráneo hasta que el camarero llegue a decirte que ya van  a cerrar el lugar. Entonces el tiempo pasó muy rápido sin que ambos se dieran cuenta, por lo tanto, la historia fue buena. Pero él me contó una historia muy espesa que trataré de contarte sin detalles.

Me contó que te hizo el amor dos veces. Que intentó la tercera, pero se detuvo cuando sintió un dolor en el oído y después en la cabeza. Se detuvo. Se preguntó si quedaría en secreto. Le preguntaste si se sentía bien. Él te dijo que sí, que llega un momento en que el cuerpo no te responde igual.

Me contó que no te buscó más, porque sintió pena de sentirse cada vez más viejo.



martes, 29 de diciembre de 2020

Cumpleaños anti narcisista

Déjame solo. 

No tengo nada contra sus cumpleaños pero me causa problema que se metan con el mío. La frase puede interpretarse grosera o de alguien poco agradecido. Realmente no me molesta que se metan con mi cumpleaños, más bien me causa conflicto que supongan cuáles son mis deseos. De hecho, los deseos, ya sean íntimos o complejos, son tan íntimos que deben quedarse en la intimidad. Y pienso que uno es responsable de cumplir tales deseos o frenarlos si es que afectan a alguien. Las personas no son responsables de cumplir mis deseos, mucho menos de adivinar cuáles son.

Los cumpleaños son un ejercicio narcisista en donde todo gira al rededor del festejado, y ¿por qué no? Quizá no tiene nada de malo. Tenemos la tendencia natural y egoísta de que toda la atención esté concentrada en nosotros. Dicen que madurar es dejar acciones egoístas de lado. Entonces, teóricamente, si cada uno nos preocupamos por el otro al final todos estaríamos bien atendidos. 

Sin embargo uno nunca debe de dejar dar lo mejor de sí, con sinceridad dar lo que uno pueda dar, creo que es bonito, y yo no tengo problema con festejar los cumpleaños de ustedes, de hecho soy una persona con mucha disposición de hacerlo y lo haré. 

El riesgo de que una persona narcisista de closet tenga la atención de las personas pude ser perjudicial, tanto para ella como por los demás, porque las exigencias pueden ser desbordantes. Un cumpleaños puede pasar del mejor día del año al peor día del año cuando se exige a los demás lo que posiblemente no puedan darte. 

Pero tengo problemas cuando quieren meterse con el mío. 

No me gusta meterme con su tiempo y tampoco con sus billeteras. Si me meto con sus billeteras es porque a cambio estoy haciendo algún trabajo para ustedes. Y si me meto con su tiempo es para brindarles algo o en algo que nos beneficiemos ambos o todos, o para pedirles ayuda o un consejo, que lo haré cuando lo necesite, lo prometo. 

Mi deseo es que pase como todos los días del año porque soy tan afortunado de tener muchos amigos y eso es bastante para mí, porque los admiro, quiero, y respeto.

jueves, 24 de diciembre de 2020

La tarde que no escapé

Nota: si prefieres escuchar el relato da click aquí

 



 La tarde que no escapé


Nuestro pueblo está en el centro del país donde el clima es templado. No presumimos de plantas, animales o aves tropicales. La mayoría de las cosas se parecen. Los árboles son réplicas de piru que de hecho es una plaga en la región. Las aves son grises y se distinguen unas pocas por tener el pecho rojo y el pico naranja. La iglesia, construida originalmente de cantera negra, ha pasado por muchos arreglos, garigoleos inútiles, y un constante cagadero de pichones. El pueblo se parece a muchos de la región, no guarda nada especial, de hecho hasta las historias de amor son réplicas monótonas y tristes. 


Los atardeceres son bonitos. Las casas están construidas en la suave pendiente de una loma que de hecho fue un volcán. En el valle, ubicado en el poniente, en la parte más baja del pueblo están los campos para sembrar. La vista del atardecer no es entorpecida por construcciones grandes como en la ciudad, la vista al infinito es bloqueada por los cerros bañados en un horizonte rojizo. Los gatos en el tejado nunca se pierden el atardecer, los habitantes dejábamos de verlo en verano, cuando los mosquitos aparecen para devorarte. En invierno puedes apreciar atardeceres sin problema porque los mosquitos están entumidos o en huevecillos esperando pacientemente. 


La tarde que no escapé comenzó como todas las tardes. El gato se puso en el tejado mirando al poniente. El aire frío se combinó con el humo del fogón de la vecina que calentaba café de olla que huele a nostalgía. Se escuchó el reloj de la iglesia dar el pique de las cinco y media. Eran las vísperas de navidad y como en otros días de guardar yo le ayudaba a mi abuelo que vendía artículos religiosos en el atrio de la iglesia. 


Cargamos las cosas y montamos el puesto, y como en años pasados no nos moveríamos de ahí hasta terminar la misa de las once de la noche, cuando salían los últimos fieles devotos del niño Jesús. En las vísperas navideñas uno observa las mismas cosas de siempre. Las coronas de adviento. Personas torpes que tiran al niño dios de barro y se ponen a lloriquear muertas de culpa. Envolturas de dulces, cañas masticadas y huesos de durazno tirados en el atrio. Jarros rotos. La estudiantina juvenil tocando Los Pastores a Belén Corren Presurosos. Gente bañada, vestida de fiesta y feliz.


Nunca antes había querido estar en otro lugar hasta esa tarde cuando recibí la llamada de Rebeca. Me alejé un poco del puesto para que mi abuelo no me escuchara. Rebeca me preguntó si podíamos vernos. Le dije que no podía porque estaba ayudándole a mi abuelo. Ella respondió con un “¿Es en serio? .... ay ... no inventes ... osh ... quería verte ....uhm .... bueno .... nos vemos después...”


En ese momento pensaba que lo más correcto era estar ayudándole a mi abuelo. Pero las semanas siguientes y algunos meses después en días aleatorios pensé que lo mejor era escaparme con Rebeca, así como ella lo había hecho dos días antes, cuando escapó de su abuela quien estaba ocupada haciendo los preparativos de una posada. 


Así fue nuestra primera salida juntos. Nos escapamos. A decir verdad no fue una escapada como tal. Solo nos salimos de casa sin avisar. No fuimos tan lejos. Tomé la camioneta de mi abuelo y fuimos al valle para ver el atardecer. Nos abrasamos, nos acariciamos, nos besamos en un loop que quisieras fuera infinito, pero que de hecho hace que las manecillas del reloj corran a toda prisa para chingarte el momento. Al anochecer llevé a Rebeca a su casa. Cuando regresé a mi casa mi madre me regañó por salirme sin permiso con la camioneta del abuelo. Pero de hecho él no me dijo nada. 


En el pueblo, como en muchos otros, uno de los miedos más grandes de las madres es que sus hijos tiendan a procrear hijos a corta edad o que los hijos se vuelvan borrachos, cosas que de hecho suceden frecuentemente. Un muchacho bien portado y sumiso como yo, quien de repente se escapaba a escondidas con una bonita jovencita, podría significar el inicio de un cambio de rumbo. Un rumbo contrario a los planes de mi madre, abuella y el señor cura quien había escrito su carta de recomendación para que yo fuera admitido en el seminario diocesano. 


De hecho, yo estaba entusiasmado con la idea de convertirme en cura, incluso en el último año del bachillerato, entre mis materias optativas incluí los estudios de Latín y Filosofía. Pero, después de la escapada con Rebeca, los regaños de mi madre y mirar incontables escenas de policía moral en el atrio de la iglesia decidí que no quería pasar mi vida entre atrios, santísimos sacramentos y discursos culpígenos. 


El primer atardecer con Rebeca sería el primer y único que pasaría con ella. Después de navidad intenté llamarla pero se enfrió el asunto.  Solo me quedé con las ganas de más atardeceres así y con el deseo de volver a verla hasta que se desvaneció y se convirtio en nostalgia. 


La única vez que el abuelo opinó algo fue cuando entré a la universidad. Entre la sorpresa de mi madre y mi abuela de que yo ya no quería ser cura, el abuelo ofreció pagar el alquiler del cuarto donde viví toda la carrera. 


Un día me encontré a Rebeca en los jardines de la universidad. Yo estaba crudísimo, desvelado y vestía un atuendo que era la transición entre la pijama y los jeans. Ella estaba fresca,  con vestido azul, y acompañada del suertudo de su novio. Ella me saludó, me abrazó, y cruzamos palabras que no recuerdo por la resaca, pero inmediatamente quería alejarme por miedo a vomitar los últimos residuos de alcohol y botana en mi estómago. 


El valle del pueblo ha cambiado lentamente. Los campos de cultivo se van llenando de casas y gente de fuera. Las aves se ven igual y sigue la plaga de pirus. Los gatos siguen mirando al poniente en los tejados porque los atardeceres siguen siendo bonitos pero con carga de nostalgia por los años que se nos escapan. 

domingo, 22 de noviembre de 2020

No quiero una cruz en mi funeral parte 8: Las cartas

A Job Úbeda


Acordamos que pasaría a su casa el sábado por la mañana para ir a desayunar. Entré a su casa y pisé hojas regadas en el piso que tenían apuntes, supongo, de los amores contrariados porque también tirado estaba el libro del amor en los tiempos del cólera. Encontré al tío Alonso sentado en el sillón, frío, inerte y tieso. Intenté recostarlo para ponerlo en posición de descanso pero su cuerpo se había convertido en una rígida estatua. Entonces entendí lo que había sucedido con mi corazón latiendo muy fuerte.  

Así como Esther le dió instrucciones sobre su funeral a mi tío Alonso cuando aún era un niño, Él me dio sus respectivas instrucciones. Me dijo que yo tenía que ser el primero en inspeccionar su casa antes que mi abuela dejara acercarse a la rapiña de familiares curiosos que llegan en momentos inesperados bajo la consigna de la solidaridad. Él dejó dos sobres en el archivero de su estudio. El primero contenía información inmediata para las formalidades legales que se necesitarían horas después de su muerte. El segundo tenía las instrucciones para completar los repartos, formalidades y trámites que se requerían una semana después de su muerte. 

Dejó instrucciones explícitas en el contrato con el velatorio. Sus restos tenían que ser incinerados, no enterrados, en el funeral, que sería de una noche, él no quería que pusieran cruces y que tampoco se acercara un sacerdote a recitar las exequias. Pero mi abuela, en su infinita devoción, temía que el alma de Alonso se quedara eternamente en el purgatorio e hizo todo lo contrario a los últimos deseos de él. Con un gesto autoritario de que su hijo siempre perteneció a una familia de católicos y tendría un funeral en casa de mi abuela, ella revocó los deseos diciendo qué él era su hijo y las cosas se harían al modo de ella, el funeral se hizo con dos noches como es costumbre en el pueblo, ella pidió la misa de cuerpo presente a las 10 de la mañana y a las 12 del medio día fue enterrado en la misma tumba de Esther, quien le tuvo el cariño de un hijo y quien ayudó a educarlo en la niñez. En la semana siguiente cuando se completó el novenario se hizo otra misa en su honor, donde el sacerdote tuvo atinado decir que "nuestro hermano Alonso quien pocas veces participaba en la iglesia merecía nuestras oraciones y la bondad de dios porque dios es compasivo y misericordioso". Pienso que si Alonso hubiera regresado a la vida para ver su funeral, entonces, al ver la tristeza de mi abuela, dejaría que ella hiciera las cosas a su modo así como la dejamos nosotros. 

Pasé los siguientes días en su casa. Me preguntaban que si yo tenía miedo de hacerlo. Pero Alonso me enseñó a no temer a los fantasmas. De hecho, por esos días yo tenía deseos de que Alonso me hablara. Él decía que uno nunca contesta o pregunta todas las preguntas que deben hacerse en el momento indicado porque no nos atrevemos o porque no tuvimos la audacia de hacerlo. Yo tenía más preguntas para él pero encontré las respuestas de preguntas que nunca hice. Descubrí los estudios del cáncer que nos estaba ocultando, una bitácora con dosis bien específicas que ingería desde dos meses atrás y un archivo de hojas con una abrazadera de cartón que se titulaba "No quiero una cruz en mi funeral".

Algunas cosas que estaban escritas las habíamos platicado antes como al historia de mi nombre, o más bien, porque en el pueblo muchos eran llamados por su apellido y no por su nombre de pila. Me contó que era tradición en cada familia que los primogénitos llevaban el nombre del santo patrono el arcángel San Miguel. "Llegamos tarde", me dijo. A mi me tocó el nombre que mi abuela había designado a mi madre y antes que él, su primo el mayor fue llamado Miguel, así que Alonso se llamó así por la fecha en el calendario. En el pueblo había tantos Migueles y apellidos repetidos que la gente comenzó a poner segundos y hasta terceros nombres. 

También estaba la historia absurda de nuestro apellido frecuentemente confundido con el de las familias que tenían árboles genealógicos bien definidos. Pero, en algún momento cuando comenzaba el censo en el país a principios de siglo, cada familia tenía que elegir un apellido, entonces el tatarabuelo sin mucha imaginación, pero con el afán de no seguir a la borregada se fijó, en la pared de la oficina de pago de su patrón, que en la pared había en un mapa que indicaba las provincias del sur de algún país, desconocido por él. Le llamó la atención el nombre de la provincia que se convirtió en nuestro apellido, y que después de la guerra civil en tal país, fueron expulsadas varías familias y las que vivían en esa provincia se cambiarían el apellido por el nombre de la provincia. 

Nuestra familia, desde el tatara abuelo, no tuvo más complicación que existir o tratar de existir. Y esque llegamos tarde, como decía Alonso, por eso después su obsesión por la puntualidad. Por eso llegué el sábado por la tarde, por eso lo descubrí muerto. 

Las hojas contestan las preguntas que nunca hice, por eso las pongo en orden, por eso las reescribo, porque Alonso siempre tuvo cosas que decir, pero no le alcanzó la vida. Pero aquí estoy yo, para hablar por él. 


sábado, 21 de noviembre de 2020

Pérdida de memoria


Llegamos al hotel y pedimos habitaciones para cada uno de nosotros porque estaban en oferta. Después nos fuimos todos a descansar. 

Perdí la memoria, no recuerdo algo entre la noche hasta el momento de ver su mirada bajo las sábanas. Como no sentía ni cruda y tampoco remordimiento me atreví, consientemente, a acariciar su piel que de hecho era más suave de lo que me hubiera imaginado. Cuando entré en estado paranoico me abalancé para que hiciéramos el amor, no me importaba que en cualquier momento llegara su novio y me atacara por la espalda. Saldría herido. 

Me estaba mentalizando para suponer que mi cuerpo era de hierro y así me dolería menos. 



domingo, 15 de noviembre de 2020

Las palabras que no se dicen a tiempo se pudren como la comida a la intemperie

Los deseos son más concretos con las palabras.

Mis deseos están podridos, no por ser malos, sino porque no se dijeron a tiempo. Mis deseos no son retorcidos, son tan básicos como verte y llenar de calor tus manos frías con las mías. 

Verte es como tener una nueva cita con una persona desconocida con la sensación de conocerla en otra vida. No tenemos algo en común de que hablar y no quiero decirte que no te conozco por cortesía pero es lo adecuado. Sería más divertido para los dos si nos habláramos como si nos estuviéramos conociendo de nuevo, así evitaríamos preguntar lo que ya preguntamos y esconder lo que no queremos decirnos por un cuidado que dejó de tener sentido pero permanece por el puro ímpetu. 

Tengo mis deseos tan podridos que dejaron de funcionar correctamente. 

¿Porqué algo tan simple como el deseo de verte en la tarde termina en la teoría de los mundos posibles? 

Blancanieves

No sé cuántas versiones existen de Blancanieves, conozco tres que no puedo referir con exactitud; la historia de disney, la de hollywood, y por supuesto, la versión española donde actúa Daniel Giménez Cacho como un torero. Si, las adaptaciones son tan distintas y en distintos escenarios. ¿Es Blancanieves la historia más universal que existe? ¿Tienes una versión? Yo si tengo una que miré hace algunos años.

Conocí a Rebeca en los pasillos de la universidad y obviamente tardé en conocer su nombre porque no me atrevía a hablarle para preguntárselo. Pero bien sabía a que hora encontrarla los miércoles por la mañana y también por las tardes en la biblioteca donde la pasaba durmiendo. Dormilona, así le pusimos. Rebeca tenía el cabello muy negro y lacio. Su piel era blanca, más blanca que la de todos nosotros. Rebeca nació en la región del país donde llegaron los europeos a explotar las minas y poner ferrocarriles. Su padre era una especie de cacique, no de los de apellido europeo, pero quién su familia desde varías generaciones atrás se las arregló para hacer buenos negocios en la región. 

Rebeca llegó a la capital escapando de un mal de amores. Su padre no la mandó fuera del país para tenerla cerca, para que pudieran visitarla frecuentemente los fines de semana o entre semana, hasta que no diera muestras de cometer ciertas locuras que se le solían ocurrir. 

Le escribí una carta, mientras ella dormía le dejé la carta encima de su carpeta. Después, nunca le confesé ese hecho, pero quizá lo intuyó porque seguí escribiéndole y ella nunca dejó de aceptarlas. Por supuesto, era correspondencia que jamás tuvo respuesta, hasta algún momento en donde me comentó que algunas veces le hacían sentir bien mis cartas y yo le decía que ella se había convertido en mi musa, porque no podía tener la mente despejada, porque la universidad no fue una época bonita como lo es para todos, no cuando tienes una beca que apenas alcanza para el alquiler y medio comer, y que verla a ella todas las tardes para estudiar era la única distracción a la que mis bolsillos siempre vacíos podían acceder. 

Rebeca me ayudaba a entender los libros que estaba escritos en inglés, a ella se le facilitaba muy bien. Rebeca bebía capuchinos y le ponía azúcar al café a escondidas. Ella hacía los mejores apuntes que he visto en mi vida. Rebeca tenía cosas divertidas que contar, menos cosas hostiles y amargas como el expreso de mis mañanas. 

El veneno que mantenía dormida a rebeca le permitía ser funcional ciertas horas entre semana y estar triste los fines de semana. Rebeca dejó los fines de semana tristes el tiempo que yo trabajé horas extras para invitarla a salir, pero no salió conmigo, en ese tiempo ella comenzó a salir con uno de los compañeros de la generación. 

No sé si Rebeca siga usando las pociones venenosas controladas que le mantenían funcional en la semana y triste los fines de semana. Pero, el fin de semana pasado, subió una foto patinando sobre hielo, en un lugar europeo, lo cual quiere decir que su padre ahora confía en ella, y ella sonreía muy feliz.

sábado, 31 de octubre de 2020

No quiero una cruz en mi funeral (parte 7): Crónica de un abandono

Sandra, quién indirectamente manifestó su preocupación por que aveces pensaba que yo la engañaba con otra persona, después sintió más preocupación cuando se dio cuenta que yo no podía estar con alguien más. Incluso después, ella encontró a alguien más. Así comienzan las despedidas.

Cada persona tiene heridas diferentes. Heridas de amor. 

Sandra en su finito cariño por mí, a sus ojos amorosos, me construyó una historia interesante, para mí. Me hizo interesante para ella y para sus amigos. Tiempo más tarde, el actor de esta historia no correspondía al libreto.

La partida de Sandra era inevitable, después de entenderme, de mirarme completamente, conclusión de que yo siempre fui transparente como el cristal. 

Las noches previas a su partida estuve tomando Valium para poder dormir, no quería despertarme para ver su partida y solo quería corroborar su ausencia en la mañana siguiente. Sus señales, la premonición de un final inevitable, me hacían imaginar cómo prepararía las maletas; su mirada franca, decidida, terminando con un llanto contenido, son sus ojos luminosos, no de tristeza, sino de frustración por haber perdido el tiempo conmigo. Ahora me convertiría en la historia que la hizo madurar, la historia de amores malos que te hacen aprender en la vida. Todo era cuestión de tiempo.

La noche en que ella se fue, otra vez yo tenía el Valium encima, no miré, a pesar de  estar dormido pude escuchar todos sus movimientos perfectamente, como una pesadilla de ceguera, una ceguera luminosa, deslumbrante, no pude despertar, pero sinceramente tuve el deseo de decirle que no se fuera.

Al día siguiente, los primeros rastros de su partida fue la repisa vacía del pequeño librero de mi habitación donde ella improvisadamente había acomodado cremas y perfumes. Tan solo se quedó la caja de chocolates que le compré en un duty free en Schiphol y que dejó mucho tiempo ahí. Tome uno y me lo comí. Sabía a la parafina de la veladora perfumada que frecuentemente encendía. Ese sabor agrio y dulce, rancio, es el sabor de su partida. 

Fue cuidadosa por dejar mi escritorio ordenado, mismo que días antes tuvo invadido con sus carpetas de apuntes y cosas que no debían estar ahí como sus pulseras junto con las bolsas de cartón de la tienda de maquillaje en donde recientemente había comprado.

Me dejó pagado el libro que días antes mojó cuando se le regó la taza de té. No dejó ninguna nota, solo estaba un postick donde estaban anotados, con su letra redonda, un desglose exacto de la división de gastos corrientes del mes. Su cuenta estaba saldada. 

Su espacio en el closet estaba vacío con bolsas en el fondo llenas de ropa que ya no le gustaba. Las acerque junto al contenedor de basura que estaba repleto. Su juego de llaves quedó colgado junto a la puerta. 

Pegados en el refrigerador se quedaron los imanes souvenirs que compramos en los viajes que hicimos juntos. Metió al refrigerador la comida que preparamos un día antes.

Se esfumó su presencia rápido. Incluso escapó su perfume de las mañanas porque dejó las ventanas abiertas. 

Meses después me di cuenta que se llevó más cosas con ella, entre ellas, se llevó mis a mis amigos que en realidad eran sus amigos, aquellos que incluso festejaban mi cumpleaños, no por mi, sino por atención a ella. Se llevó los atardeceres y sus caminatas. Se llevó sus propuestas de películas malas que al final disfrutaba por el hecho de pasar la tarde acompañado de ella. Se llevó sus regaños por mis propuestas impulsivas para escapar frecuentemente de la ciudad. Se llevó la calma cuando salíamos a cenar, la tranquilidad con que cenaba como si el reloj estuviera detenido. 

Sandra se llevó la vida a la que me había acostumbrado. Me miré al espejo y me sentí como un desconocido.

¿Sabía ahora qué hacer? Continuar por el camino de la soledad.



domingo, 11 de octubre de 2020

La cara adolorida por una sonrisa fingida / abandono

Te voy a contar la noche que te encontré en el autobús que se dirigía al pueblo. Mi recuerdo ya es algo difuso. Posiblemente era un viernes porque recuerdo el cansancio de mi cuerpo de los viernes. Mis pies me quemaban, sentía mis ojos secos e irritados, mi frente con sudor seco también y una capa grasosa que sospecho me hacía brillar. Mi cabello lo sentía desarreglado, se que mi corte de cabello era malo a pesar de no verme en el espejo. Traía puesta la última muda de ropa que repetía del jueves. 

Los viajes a casa eran largos y con frecuencia se repetían las cosas. Te confieso que algunas veces me sentí desesperado, sentía que estaba en una pesadilla dentro de un ciclo infinito del que nunca se podría escapar. Por eso, cuando ocurría algo nuevo, yo podía recordarlo por mucho tiempo, porque era especial, implícito estaba, se comprendía que pedía no ser olvidado, por eso lo escribo, porque casi ya no lo recuerdo.

Cuando me subí al autobús ya no había lugares donde sentarse. Caminé. Te encontré sentada en la fila izquierda en el asiento que está en el pasillo, casi a la mitad del autobús. Al saludarte interrumpí la charla que tenías con el muchacho de la fila derecha que también estaba sentado en el asiento del pasillo, aunque él estaba un poco más atrás, parecía que no te molestaba voltear un poco, de hecho te veías contenta. Vibraban bien.

Me senté en el pasillo, en el piso. Tuviste la cortesía de interrumpir tu charla para platicar algo que no recuerdo, pero recuerdo que era aburrido y forzado. Platicamos desde la terminal hasta el pueblo durante quizá unos cuarenta minutos. Sonreías, como siempre, nunca dejas de sonreír. Yo sonreía también, con esa sonrisa que me cuesta trabajo hacer y que hasta me deja la cara adolorida.

Contaba en regresiva los minutos porque yo me bajaría antes del autobús. Tu retomarías la charla que tenías con el muchacho quién quizá te acompañaría a tu casa o quien fuera lo suficientemente tenaz para llevarte cenar y después a su casa.

Te encontré para quedarme solo. 

Te encontré con alguien para mirar como te ibas.

Te encontré para quedarme con la cara adolorida debido a mi sonrisa fingida.

Después, cuando regresaste, buscándome, entonces supe que era un sueño.


 

II 

Estas conmigo pero no lo estarás más porque comienzas otra vida. Porque somos distintos. Eres bella. Yo no soy precisamente la idea estética de las revistas. Todos te conocen, nuestros amigos son tus amigos. Yo soy un fantasma. Nos conocimos a escondidas. Nos queremos a escondidas. No quiero que nos vean porque te dirán que me dejes. Planeo después decirlo Yo.

No quiero una cruz en mi funeral: ¿Porqué regresaste a la vida para morir de nuevo?


I

Esther siempre tuvo la costumbre de mudar la cocina cuando teníamos fiestas familiares. Bueno, de hecho tenía una cocina especial para las fiestas, en el patio trasero. En esa cocina te sentías gigante. Nos contaban que esa cocina fue hecha especialmente para la bisabuela quien era un mujer chaparra. La cocina la hicieron a su medida. 

Yo estaba escondido, como siempre, para que nadie me mandara a hacer algo. Es la costumbre, aunque ya no seas un niño, al no estar casado, en el pueblo, en la familia te siguen tratando como a un niño. De hecho a mi me siguen llamando "Estebita", ¡carajo! me llamo Esteban.

Esther cocinaba para su funeral. Estaba sola. Nadie le ayudaba. Estaba concentrada moviendo una cuchara grande de madera hundida en una olla de peltre que humeaba como chimenea de volcán. Esther nunca tuvo prisa, siempre hacía las cosas con calma. Yo no estaba hambriento. Nadie estaba hambriento, de hecho, las casa estaba casi vacía, como siempre predecía, cuando caminábamos y pasábamos al lado de la funeraria, ella decía que quería el ataúd más sencillo y que no iba a ir mucha gente, que los que irían sería por cortesía a su hermana, quien si fue una figura ilustre en el pueblo, una figura conocida, una figura amada, que nosotros nos encargáramos de llevarla al panteón.

Es el funeral menos triste al que asistí porque nadie lloraba, solo yo estaba triste porque sabía que nunca la volvería a ver.

Esperaba el momento en que Esther terminara de cocinar para después dirigirse a su ataud. La cargaríamos y no la veríamos nunca más. Lo sabía. Estaba muy triste.

¿Porqué regresaste de la vida para morir de nuevo?


II


Estábamos cansados, y nos fuimos a dormir todos juntos. Nos hicimos todos un espacio en la cama grande que era de Esther. Casí todos estaban dormidos. Ahí nos acostamos todos. 

Raquel empezó a golperme levemente con su pié, impidiendome cerrar los ojos, sin que ella hablara entendí a través del silencio "mira... Alberto estaba dormido". 

Raquel estaba enredada en los brazos de Alberto, tocarla era difícil, de hecho, antes de tocarla a ella lo toqué a él. Después me alejé, pero quedé junto de sus pies. Sabía que ella no iba a dormirse, yo no lo haría con el corazón latiendo a mil por hora.

Quedé cerca de sus pies para seguir jugando con ella. Después, ella lentamente se fue escapando de los brazos de él hasta que llego junto a mó.

Y fuí feliz, los tres minutos que estuvimos besándonos, y no importaba si el día se comía a la noche porque ya nos traíamos ganas desde hace tiempo.

Pero él despertó y yo tuve que correr rapído. Me escondí en la cocina de fiestas. Él gritó enjojado, estaba a punto de alcanzarme. Lo bueno es que ya estaba amaneciendo y que no hacía frío.  Yo no tuve más que subir por la pared, para saltar del otro lado, en la calle detrás de la casa, y corrrer muy rápido.


III


Así lo hicimos, como pedió Esther que fuera, de hecho quedó como anécdota que con ella todo lo tomábamos a juego, y como siempre era mal visto que hiciéramos un intento, porque a pesar de que nadie de ello había hecho las cosas bien exigían perfección. 

La pusimos enfrente de la virgen de guadalupe, la figura réplica fiel de la que se encontraba en la basílica. A ella no le gustaban las imágenes vulgarsonas.

Ahí estaba su ataúd sencillo, las sillas incómodas y el frío de diciembre que te enfriaba los pies. Ahí estábamos solos. Los amigos de su hermana visitarían un momento, entre las 7 y las 9 de la  noche, como se acostumbra. 

Yo no lloré. Traté de no hacerlo. No era bien visto que yo llorara, no yo, que no era su hijo. Que ridiculez llorar por alguien que no es cercano a primera mano. 

Ahí nos quedamos velando su cuerpo, con su soledad que también era nuestra soledad porque tampoco teníamos amigos. Nuestro destino sería o va a ser el mismo. Ahí estábamos, soportando a los familiares de fuera, los tolucos, quiénes no tenían donde quedarse y por ser la pelusa de la familia nadie le ofrecería. Ahí estabamos, con nuestro silencio interrumpido por el niño que no entendía esas cosas y los padres que no entendían que no puedes tener a un niño en un funeral pero no tenían a donde ir, hasta que hicieran plática con alguien y pidieran el favor. 

Pero los evitabas. La charla de los erizos siempre es tan pobre y aburrida. Escuchando sus quejas y de cómo les va mal en la vida, aprovechando los funerales para viajar fuera de su pulguero, porque ni a las bodas lo invitaban.

Ahí estábamos con el dolor de espalda. Las sillas incómodas. El frío de diciembre. La velamos dos noche esperando que llegaran sus sobrinos favoritos de su juventud. Porque ella quería que también la llevaran. No llegaron. Bueno, uno de ellos, a la misa. 

Ahí estábamos, compartiendo su soledad que era también nuestra soledad. Nadíe sabía lo que significaba para mí. Tal vez ni ella misma. Porque no soy bueno con esas cosas. Bueno. Le dije a Rebeca, de quién anhelaba su compañía, pero desde tiempo atrás. Después me terminé odiando, no por decirle a ella, sino por estar tentado a utilizar el funeral de Esther para pedir su compañía, bueno que si la pedí, pero Rebeca tenía una vida. Aprendí que las penas compartidas son más pesada. Que no es cierto que uno busca la compañía o el consuelo. Sino más bien, pienso que las personas lo hacen para postergarlo. Esther se fue desde hacía tiempo. Por eso su partida fue gradualmente. Su ausencia también. 

Ahí estábamos. Con la sencillez del funeral que pidió. Y evitamos que un rezandero fuera. A ella no le gustaban esas cosas. 

Que se termine el verano

Que se termine el verano para no tener el pretexto de salir.  Ya no quiero salir este verano, amigo, me siento cansado. Me zumban los pies c...