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viernes, 3 de abril de 2020

No quiero una cruz en mi funeral #2

Sandra y yo tomamos vacaciones improvisadas, compramos un paquete de vacaciones que disque para que no preocuparnos de nada, nos cargarían desde el avión hasta el cuarto de hotel, aunque playa del caribe y bien diseñado, con todo y su barra de bebidas refrescantes junto con el restaurante donde los hombres teníamos que vestir camisa y evitar los guaraches, era peligroso si a algún cocodrilo se le ocurría pasearse, por eso fue accesible, por eso dejó ser improvisado.

Por mi parte prometí ser aburrido con mi deseo de hacer nada, echado como una papa inútil sería mi estado ideal cuando llegáramos. También avisé a mi hermano, ya sabes, por si algo pasa, que sepan donde buscarme.

Todo transcurría bien, llegamos a tiempo al aeropuerto (cosa rara de Sandra), fuimos sistemáticos desde el desayuno horrible en el aeropuerto hasta nuestro rito de tomarnos las manos antes del despegue porque Sandra piensa que me gusta volar, que no me da miedo, cosa que suele ser traumante después de terminar los capítulos completos de la serie de televisión “segundos catastróficos”, los detectives de accidentes aéreos.

Para quitar el aburrimiento, según yo, dije uno de mis chistes malos, que solo ella soporta con cariño, le dije que en esos momentos nadie habla de Dios, “sabes, en este momento dios nos tiene agarrados de los huevos”.

Mágicamente, más bien, azarosamente ocurrió una experiencia que le encantaría al cura de mi pueblo. El capitán dijo “próximos al aterrizaje”, el avión comenzó a descender rápidamente, más rápido de lo normal, los asientos vibraban como si estuviéramos regresando por la atmósfera de una misión espacial en el Columbia. 
 
Minutos después el avión comenzó un nuevo ascenso, pero brusco con las turbinas a toda potencia, que tuvo efecto como de montaña rusa. La gente lo sintió, la gente gritó, tímidamente, pues fué algo confuso, extraño. "Sandra, creo que esto no es normal".

Las turbinas dejaron de rugir fuertemente, el capitán dijo, "... tuvimos un aterrizaje fallido" , que supuestamente las causas era la alta nubosidad pero que si te asomas por la ventana el cielo se ve despejado.

Sandra me dijo que dejara hacer bromas sobre dios la próxima vez.

Dios no permita que interprete el azar como dones divinos.

Dios no quiera que la gente interprete los últimos segundos de mi vida como el arrepentimiento y una mirada de ojos luminosos a una religión verdadera.

Dios no quiera que pongan una cruz en mi funeral.

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