Sandra y yo tomamos vacaciones improvisadas, compramos un paquete
de vacaciones que disque para que no preocuparnos de nada, nos cargarían
desde el avión hasta el cuarto de hotel, aunque playa del caribe y bien
diseñado, con todo y su barra de bebidas refrescantes junto con el
restaurante donde los hombres teníamos que vestir camisa y evitar los
guaraches, era peligroso si a algún cocodrilo se le ocurría pasearse,
por eso fue accesible, por eso dejó ser improvisado.
Por mi parte prometí ser aburrido con mi deseo de hacer nada,
echado como una papa inútil sería mi estado ideal cuando llegáramos.
También avisé a mi hermano, ya sabes, por si algo pasa, que sepan donde
buscarme.
Todo transcurría bien, llegamos a tiempo al aeropuerto (cosa rara
de Sandra), fuimos sistemáticos desde el desayuno horrible en el
aeropuerto hasta nuestro rito de tomarnos las manos antes del despegue
porque Sandra piensa que me gusta volar, que no me da miedo, cosa que
suele ser traumante después de terminar los capítulos completos de la
serie de televisión “segundos catastróficos”, los detectives de
accidentes aéreos.
Para quitar el aburrimiento, según yo, dije uno de mis chistes
malos, que solo ella soporta con cariño, le dije que en esos momentos
nadie habla de Dios, “sabes, en este momento dios nos tiene agarrados de
los huevos”.
Mágicamente, más bien, azarosamente ocurrió una experiencia que le
encantaría al cura de mi pueblo. El capitán dijo “próximos al
aterrizaje”, el avión comenzó a descender rápidamente, más rápido de lo
normal, los asientos vibraban como si estuviéramos regresando por la
atmósfera de una misión espacial en el Columbia.
Minutos después el avión comenzó un nuevo ascenso, pero brusco con
las turbinas a toda potencia, que tuvo efecto como de montaña rusa. La
gente lo sintió, la gente gritó, tímidamente, pues fué algo confuso,
extraño. "Sandra, creo que esto no es normal".
Las
turbinas dejaron de rugir fuertemente, el capitán dijo, "... tuvimos un
aterrizaje fallido" , que supuestamente las causas era la alta
nubosidad pero que si te asomas por la ventana el cielo se ve despejado.
Sandra me dijo que dejara hacer bromas sobre dios la próxima vez.
Dios no permita que interprete el azar como dones divinos.
Dios
no quiera que la gente interprete los últimos segundos de mi vida como
el arrepentimiento y una mirada de ojos luminosos a una religión
verdadera.
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