Estube buscando el nuevo café que dijiste abrierón por aquí cerca.
Es viernes por la noche y no es muy tarde, pero la gente huye rápido de aquí. Se metió el sol desde hace como 3 horas y apenas me dí cuenta, tengo mucho trabajo.
Pues no encontré el café, quería sentarme un rato a mirar personas pasar y actuar normal. No quiero leer, solo saber que hay gente por aquí haciendo las cosas más simples del mundo pero que a mi se me complican.
Tomar el poemario de Oliverio Guirondo sería como hechar sal a las viejas heridas.
No encontré el dicho café, encontré ese callejón, feo por cierto, donde venden café. Donde llegamos a comprar, y me acordé lo nervioso que me sentía cuando te invitava a salir o simplemente caminaba contigo, ocultandome, ocultando lo que sentía por ti y que después comprendí que lo más normal es decirlo. Para mi significaba un esfuerzo extra.
Mi indecisión provocaba que terminaramos en los lugares más feos e incómodos. Ahí estuve esperando mi te chaí y al lado algunos tumbados en la banqueta tomando cerveza.
No me gusta este lugar tarde y hay más opciones, pero hoy tengo miedo de caminar solo, las calles parecen más vacías hoy. Quiero quedarme en casa para continuar, pero siento está ausencia tan perra y aferrada.
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