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miércoles, 21 de octubre de 2015

retardo






El reloj marcaba las 8:15, otra vez me quedé dormido (pensó). No dio tiempo de tomar la ducha, de hecho no se metió a la cama, en la noche se echó encima y se cubrió con una frazada. Entonces no hubo necesidad de vestirse, había necesidad de tomar el desayuno, pero tan solo el tiempo le alcanzó para tomar tres frutas de la cesta y comercelas en el camino.

La correspondencia de hoy no tenía nada interesante que recuerde, tan solo le invitarón a un seminario donde alguien presentaría los resultados de los últimos cinco años de trabajo. No hubo necesidad de contestar.

Por teléfono los saludos rutinarios de la familia, y por la noche alguien que preguntaba el porqué había dejado las sesiones...

La pregunta estaba dirigida de tal forma que termina en un discurso irónico de irresponsabilidad poniendo como pretexto una agenda apretada. Evitó seguir contestando...

Personalmente, las charlas más cercanas fueron con colegas y una muy interesante sobre un especie de trabajo enciclopédico que recopiló los trabajos más sobresalientes de la teoría de la gravitación.

Por fin entendió lo que trató de decir el profesor que explica el movimiento de los planetas y galaxias.

El único gasto de hoy, una bolsa de cacahuates y dejó la oficina a las 8:30. Esta vez tomó una ruta diferente, la más larga de hecho, me parece que tenía intensión de conversar consigo mismo, pero lo mejor fue tomar los audífonos y escuchar música suave. La convivencia no resultaba tan placentera.

9:40 llegó a casa y se preparó una cena alta en carbohidratos y el mejor té del mundo.

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