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sábado, 31 de octubre de 2015

El sol de medio día



Hubiese preferido su presencia fugaz, de ese instante donde el mundo no parece estar moviéndose ante el sol y la luna, suponíamos, estaba fija en el cielo sin esconderse y con el mismo tamaño toda la eternidad. Ese pequeño instante para recordar y detenerlo en el tiempo donde ambos parecían desconocidos. Hubiese preferido eso. 

Lo supe cuando miré tus ojos esa noche, aquellos que pedían a gritos y desesperadamente afecto. Que mejor de la persona que supones más cuerda, del que podría no hacerte daño. Del chico que está un poco confundido y que puede evitar cuanto antes su actitud nostálgica de soledad.

Pero pasé a la historia de los meses posteriores, como el tonto que no aprovecha las oportunidades. Pero caray, no se trata de eso.

La mañana siguiente, con tu cabello deshecho y con el puto sol que antecede las doce de la tarde, no te soportaría. Y tú si por esa actitud, la de estos vientos de otoño, la de anuncios de navidad y películas nefastas. 

Es verdad, se fue rápido, pensarás que una vez mas me equivoqué. Porque marqué el mismo número y llegó a casa, tocó la puerta, estuvimos y se fue. Otra de mis charlas ¿lo arruinó? Tan solo así es el trato. 

Hasta su aroma en las sábanas no permanece tanto tiempo.

Tan solo el sol del medio día prevenía una especie de resaca, que se pasa como es costumbre, con una comida caliente de fin te semana junto con una intensa taza de café. 

Sin embargo tú, en este momento, quieres regresar a tu casa pero no sabes si es correcto hacerlo.

Ahora bien, siempre quise decirte que: detesto a las personas que buscan compañía porque no saben estar consigo mismas.

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