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domingo, 22 de noviembre de 2015

tarde dominical

Esta tarde de domingo fría, en el horizonte el sol rojoso quema tan solo un poco el aire al rededor de la corona proyectada, tan solo un poco, la masa de aire frío se cuela hasta los huesos pero es agradable.

Huele a nostalgia, huele a que cada vez pierdo algo, se me va la vida.

Este poblado es pequeño pero tiene lo necesario, la gente hace las compras para la semana y compran chocolate caliente. Yo hago mofa del pésimo sermón del evangelio, un intento desesperado para atraer frecuentemente la gente al templo pero que vacías palabras para el alma; entonces recibo un codazo pidiéndome guardar silencio.

Cruzo la carretera y me distrae el horizonte, pero no huele a muerte por aquí... huele a espera con adornos verdes y luces coloridas.

No quiero regresar a al ciudad, quiero quedarme en casa a contemplar lo último de la tarde, con una taza de café o chocolate como si no hubiese ningún pendiente en el mundo.

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