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martes, 24 de noviembre de 2009

El parque

Sábado por la mañana Leonardo invita a Monse a tomar un helado en aquel pintoresco parque en medio de la ciudad. Tomando el carro de contrabando, aprovecho que sus padres estaban de viaje para hacer de las suyas. Hacía mucho tiempo que Leonardo y Monse salían juntos, su amistad era tan fuerte como una aleación. El muchacho quería algo mas, la muchacha lo quería mucho era su amigo, las mujeres siempre tienen bien definidos sus sentimientos los hombres no.
Tomaron helado suave de yogurt, se sentaron debajo de un árbol a escuchar canciones de un grupo de hippies que se encontraban en rueda con sus guitarras, quizá hicieron eso durante una hora, no platicaron de nada, al parecer cada uno sabía lo suficiente del otro, ya no había más que platicar.
- Tengo sueño - dijo Leonardo
- Duérmete - respondió Monse entretenida viendo a los hippies y comiendo garapiñados.
En verdad que Leonardo tenia sueño, cambio su posición y concibió el sueño demasiado rápido. Se escuchaba un suspirar tranquilo, se puede decir que no eran ronquidos ya que su garganta no se forzaba. Más tarde el sueño contagio a Monse e hiso lo mismo.
Cuando se duerme en el pasto, llega un momento en donde el aire se enfría viajando con pequeños torbellinos sobre la piel, Leonardo se acerco un poco más a su amiga para evitar el frio, como por instinto ella lo abrazo, siguieron durmiendo.
Poco después Leonardo despertó, la muchacha seguía durmiendo, muy tranquila, parecía blanca nieves. El joven comenzó a observar la tierna figura de su amiga, contemplando la maravillosa juventud que año con año se acaba. Comenzando con los pálidos tobillos que se asomaban, nunca había observado las piernas perfectamente moldeadas gracias a las clases de ballet, sus pequeñas manos tan suaves parecían sujetas de unos pálidos y flacuchos brazos. Seguía su mirada por la cuerva de su vientre cubierta con una camisa de color dorado que simulaba un relieve perfecto que terminaba con el cuello. Lo mejor de todo eran los labios rosados, un poco partidos, quizá no habían besado por un buen tiempo. Cada vez enfermaba más su mirada, eran los sentimientos mal definidos de un hombre.
Quizá Monse sintió la mirada pesada y despertó.
- ¿Qué? – (Monse somnolienta)
- Nada creo que es hora de irnos – (Leonardo)
Monse volvió a dormirse, abrazó nuevamente a Leonardo mientras este, apoyaba su rostro ensima del pálido brazo de la muchacha.
EL perfume de Monse cada vez era más agradable o quizá era el efecto de sus feromonas. Sin querer los labios de Leonardo comenzaron a rosar la suave piel, despertó la muchacha, quizá le iba a dar una bofetada, lo miro por 15 segundos y ¿Por qué no?, ¿porqué no darle un beso? O ¿Por qué no decirle que es un marrano y mandarlo a la fregada por aprovechado?, Monse prefirió el beso. Leonardo sentía con derecho de poder acariciar las suaves manos, pasar la palma de la mano por el vientre, tocar con las yemas los tobillos y recorrerlas hasta donde sea posible. ¿Quizá era un juego? Un juego que cada vez se ponía más pesado, donde los jugadores no se cansaban y no existía un maldito arbitro, un juego que consistía en tener sensibilidad y tacto, en disfrutar el manjar que ofrece el aroma de el cuello y los labios de una tierna doncella, un juego en donde apenas va el segundo tiempo cuando se dice “vámonos a otro lugar”.
Leonardo conducía como idiota, la mirada fija de Monse hacia el frente seria.
- ¿A dónde vamos? –(Leonardo)
- No lo sé – (Monse)
- A tu casa – (Leonardo)
- No manches están mis papas, mejor vamos a la tuya. (Monse)
- Esta mi hermana (Leonardo)
A 100 metros el letrero de un hotel, entrando al estacionamiento, Leonardo revisa su cartera había lo suficiente para costear una habitación sencilla pero quizá condones no.
Pidieron la habitación, subieron, una vez estando adentro.
- No tengo condones – ( Leonardo riéndose nervioso y estúpido)
Monse comenzó a abrasarlo, la dulce bailarina de ballet se convirtió automáticamente, tomaba el control y el otro pobre imbécil comenzaba a ponerse nervioso.
Todo pasó, los cuerpos desnudos hacían uno de los ritos más antiguos del ser humano, “Rainy Day Women” se escuchaba alegremente en un ipod. Puta madre! Que día tan chungón, al menos eso pensaba Leonardo. De su pantalón Monse saco unas pastillas que devoro seximente y comenso a actuar extraña. En realidad se comensaba a perder el encanto.
- Te drogas – (Leonardo)
- No pendejo, seguramente son dulces, vamos toma una para que quites esa cara de asustado (Monse)
Maldita Monse o Bendita Monse, depende el punto de vista, una bestia escondida, quizá esos labios fueron besados hace una semana o ayer.
Leonardo no tomo la pastilla, Monse la tomo por él. No sé que provoco que se arrojara por la ventana, quizá aquella canción con sinfonía que habla del viento, pero Leonardo quedo inmóvil, no concebía lo que pasaba, no supo que paso quizá.

1 comentario:

Geraldine Carrasco dijo...

waouuuu¡¡¡¡¡¡ simplemente
impresionante neta cuanta barbaridad dices pero cautivadorame encanta tu talento gera y em siento muy orgullosa te admiro lo sabes y me da gusto formar estar en tu vida.. en verdad te admiro he y sige escribiendo!!!

Nunca más en la vida

Nunca te quedó claro que jamás quería volverte a ver, al menos por mi voluntad propia.  Por tu parte tenías esa idea idiota de que podíamos ...