Nunca
trazaré el mismo camino con mis pies, de mi casa a la cafetería,
aunque pretendo seguir sistemáticamente la misma ruta, y cuando
quiero ignorarme de todos esos pensamientos superpuestos que impiden mirar alguna conclusión, entonces inmediatamente cuento los pasos para mantener mi mente ocupada e ignorarme a mi mismo.
Hay
infinitos caminos para llegar a la puerta, y mirar a toda esa gente nueva y fresca. Pretendo trazar una linea, lo más recta posible y seguirla los días venideros, pero se que el
viento la deformara a su paso con las hojas de los árboles que son como escobetillas. Además mis piernas no
pretenden ser las mismas siempre, uno envejece a diario.
Tal vez muero cada noche.
Luego, pienso que cada noche las personas levemente se transforman en algo diferente.
Me fijo en solo una para experimentar.
Me
empeño encontrar las variaciones de su aroma, de infinitas personas
en una sola; aroma que tiene cambios aparentemente imperceptibles, pero hacen de las mañanas algo diferente más
divertido. Su carita de sueño viene acompañada del aroma de su cama, dualidad
quebrantada por la intensa taza de café.
Percibo que tomó
una ducha en la noche, porque la mañana es insuficiente para ella. Desde muy temprano su cuerpo se
convirtió en una maquina que aisló térmicamente el calor y confort
de las cobijas, para sentirse recostada por más tiempo en su cama aunque en ese momento se encontraba caminando.
Veo en su rostro que el ruido de los automóviles no
le molesta en absoluto, tampoco el aire que tumbo el árbol de la
acera la noche anterior.
Esa
actitud ajena por un instante también me permite ignorar el
ambiente... descansar de ese ambiente del cual nunca será posible
escapar hasta la noche cuando muera.
Solo
quería mirar, por última vez, al fin y al cabo en la noche voy a
morir de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario