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martes, 13 de diciembre de 2022

Historias de Diciembre - Salidas a Escondidas. II

 
Historias de Diciembre - Salidas a Escondidas. II


Marlem me cortó semanas antes de mi cumpleaños. Es una anécdota que mis amigos de la universidad recuerdan, como algo jocoso. Esa tarde en que ella me envío un mensaje corto, donde decía que terminábamos, les dije a mis amigos, “me acaban de cortar por mensaje de texto”.
Conocí a Marlem en el verano cuando me fui de vacaciones con mi abuelo a su pueblo. Mi abuelo era reconocido vendedor de artículos religiosos por las santurronas de la iglesia. La mamá de Marlem era una catequista bastante agradable, de aire dulce. Por el contrario, Marlem tenía un modo muy mamón. A mis manos llegó el teléfono de Marlem cuando su mamá necesitaba que más tarde mi abuelo le confirmara … bueno no gastaré cinco párrafos contándote. Me lancé a escribirle un mensaje porque me dieron ganas de invitarle un café. 


En el pueblo había dos bares y dos cafeterías. En parejas, bar y cafetería, se dividía entre las almas libres y las pretenciosas. Nosotros fuimos a la cafetería de personas pretenciosas, donde venden smoothies muy malos por cierto. Marlem, era la clásica fresa de pueblo, mamona y pretenciosa, que se creía superior porque lograba comprar algunas garras en tienda departamental. Tiene mal gusto por los perfumes y por la música, también por la comida y el café, pero no importaba, en ese momento bastaba con que mis primos también le traían ganas. Entonces, el hecho de que saliera conmigo, para que vieran que salía conmigo pero con ellos no, era suficiente. Si, bastante estúpido. Nunca he estado con persona más aburrida. 


La primera cita fue la más divertida porque nos contamos todo lo que nos teníamos que contar. Creo que esa tarde buscamos en los recuerdos nuestras anécdotas más divertidas. Las siguientes citas eran a escondidas de mi abuelo, pero siempre avisaba a alguno de mis primos “por si me pasaba algo”. Uno de sus amigos amenazó con golpearme si “yo le provocaba un disgusto a Marlem”. 


Nuestros encuentros cada vez eran más ocultos. En la noche del campamento para jóvenes católicos. A la hora del descanso del día de campo de jóvenes católicos. A la hora de la homilía en la iglesia. 


Cuando mi abuelo me dejaba a cargo de su puesto, la mamá de Marlem platicaba mucho tiempo conmigo. ¿De qué? Algunos consejos, como comer comida de granja, verduras de granja, animales de granja. Decía que siempre le daba de comer buena comida a su familia. En mi mente decía - oh, por eso Marlem es tan guapa -. Bueno, pasaron algunos meses y las charlas con la mamá eran más interesantes que con Marlem. ¿La mamá sospechaba que salíamos? No lo sé. 


Oh, la guapa de Marlem. Que hueva de niña. Nunca se decir no. Ya basta. Algunas veces nos quedábamos en la bocina del teléfono, cada uno, sin decir nada. ¿Porqué seguía con ella? Creo que solo quería decirle a mis primos que salía con ella. Aunque de nuestra historia nunca hubo evidencia. 
Marlem me llegó a invitar a ver películas en su casa en domingo. Pero, sabiendo que no estaríamos a solas, me cerré a la idea que su mamá estuviera fisgoneando. ¿Sí? Tal vez no lo haría, pero eso me imaginaba en ese momento.


La última vez que estuve en la casa de Marlem, fue cuando su mamá me preparó una pócima mágica - con eucalipto, cítricos y miel - para calmar una perra tos que traía en ese momento. La pócima me hizo expulsar las flemas como si fuera vómito, en su jardín. - Discúlpeme, le dije. 

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