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jueves, 31 de diciembre de 2009

La última tarde del año.


La ultima tarde del año.

Mi nombre es Antonio Peláez describiré mis últimos momentos antes de que mi mente sea borrada.

Escuche de un proyecto en esa universidad tan famosa, este consiste en borrar los recuerdos de la memoria. Lo hacen con unos aparatos rarísimos hechos por gente rara, desconozco o más bien no entiendo el proceso. Cada semana tengo una sesión de dos horas en donde borran poco a poco mis recuerdos. Me he olvidado de mis amigos, familia, amores, compromisos y demás, muchas cosas, casi todo ha sido borrado, he pedido que se haga en cierto orden.

Mañana se borrara el ultimo de mis recuerdos, yo no quería que lo hicieran pero Alfonso jefe del proyecto me dijo insistente que era necesario.

El ultimo recuerdo que existe es mi caja de los secretos y mi nombre.

Mi caja de los secretos es un ser humano, me ha acompañado en los últimos momentos de mi existencia, porque hoy moriré mañana seré otro, es la única forma de que ocurra un cambió en mi.

Como me ha acompañado en los últimos momentos me ha sido difícil decir adiós, hoy tuve 6 horas para hacerlo y no lo hice, como siempre dándole vueltas al asunto.

Sabía que me persuadiría de no hacerlo, es decir, de no borrar mi memoria. Tenía que hacerla enfadar demasiado para que se fuera corriendo odiándome para toda su vida o por un tiempo, y yo estar tranquilo, al menos hasta que empiece el último borroneo.

Estando con ella se me ocurrieron como 20 cosas para hacerla enfadar, entre ellas incluía rosearla con agua y empaparla mucho, pero se me ocurrió que podría enfermarse. Intente aventarla pero pensé se rompería un brazo o una pierna, tal vez una buena idea era dejarla y alejarme de ese lugar inventando ir al baño pero el lugar estaba muy solo y me preocupe por ella. Intente robarle un calcetín después se me ocurrió quitarle los tenis y echarme a correr dejándola pero pensé que probablemente habría un vidrio y se cortaría estando descalza. Hasta por un momento se me ocurrió besarla y comportarme como un desesperado para que me diera una cachetada y se fuera corriendo del lugar, pero por la mañana no había lavado los dientes y seguramente le daría una infección bucal.

Al intentar hacer algo me arrepentía, no era capaz de provocar un enojo o tristeza a ese rostro triste y extraño, además le he tomado cariño y por un momento me iba a sentir fatal y tendría que aumentar una sesión mas del borroneo de memoria.

Perseguimos un carrito creyendo que vendía nieves. Decidí calmar mi locura y medite un poco. Mi conciencia decía “Adiós, Adiós, muchas gracias por todo, yo no quiero olvidarme de ti pero es necesario las circunstancias me obligan”. No recuerdo si me despedí de los demás. Me dije - ¿Por qué tengo que dar una explicación? Por supuesto que sí, toda la ayuda brindada merecía una respuesta. También me pregunté - ¿Por qué no puedo ser concreto y decirle las razones por las cuales soy un peligro para ella y ella es un peligro para mí? – Cuando pienso en eso y en las palabras adecuadas, mi cabeza se convierte en una sopa de letras y un rompecabezas que me impide explicarle.

Desafortunada o afortunadamente me volveré egoísta y prometo no preocuparme, saber si estará bien o no, dejara de interesarme. Aunque le debó mucho mañana se me olvidaran, ese grupo de personas borrara todo lo que queda de mi.

No sentí el fluir del tiempo esa tarde, ni la noche anterior hablando por teléfono evadiendo lo que tenía que decir.

Nubes anunciando el final en esa tarde vieja, la ultima tarde del año anunciando el punto final de toda la sopa de recuerdos, toda mi vida, morir viviendo y rematando con la frase “mátenme porque me muero”.

Solo esperar a que se esfume el tiempo, a que se valla mi caja, mascota, borrego, felpa, oso de peluche, estrella y no sé qué tantos nombres tiene. Esperar calmado con mucha paciencia sin despedirme, sin poder decir un buen argumento. Ahogándome en un vaso de agua y quizá no sea grave el peligro el que ella corre y corro, pero así lo considera mi cabeza, además creo saber que no sabe lo que se siente caer del para sol a un sueño intermitente. Mis chistes no le dan risa a nadie. Solo a mí.

El cofre está lleno y mis palabras se han vuelto vacías, me siento inútil en ese aspecto.

La última alucinación que tendré, será creer que soñé con un cofre en donde deposite muchos secretillos. Los sueños se esfuman al despertar, y como dice el buen Silvio R. “El derrumbe de un sueño algo ayado pasando resultaba ser tu, una esponja sin dueño un silbido buscando resultava ser yo”. El viajero llego a su destino.

Gracias por todo.

El que mucho se despide pocas ganas tiene de alejarse. En la la sesión anterior se borró nombre y recuerdos de otros seres queridos, y no recuerdo si me despedí. De todas formas gracias.

Antonio.


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