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miércoles, 20 de abril de 2022

Ya casi es verano

Llegamos a la terminal de autobús. Elena no quizo pedir un taxi porque el tráfico era horrible entre calles empedradas angostas y empinadas, mucha gente caminando y algunos puestos de dulces/artesanías.

Era jueves santo y había llegado mucha gente al pueblo. No le dije a Elena que no me gustaba salir de la ciudad en Semana Santa o en puentes festivos. Porque no tiene sentido. Los citadinos están juntos y apretados todo el año. Y en vacaciones se mueven juntos y están apretados en otro lugar que no es la ciudad. No tiene sentido. Bueno para mí que parte de las vacaciones es apartarse de tanta gente. En fin, Elena decía que en su pueblo la Semana Santa era pintoresca. 

Llevábamos juntos unos cuatro meses. Nuestra vida en la ciudad era diferente. Me refiero a que parecía que teníamos otra vida distinta a la que mostrábamos con la familia. Nuestros amigos y compañeros con quien tomábamos clases estaban en la universidad. Nos veían juntos platicando entre clases. Sentados en la sombra de un árbol. Sentado en la cafetería esperando a que Elena saliera de su última clase de las 7 de la noche. Los jueves por la noche íbamos a la casa de la compañía nacional de teatro en Coyoacán que con días de anticipación podías conseguir entradas de cortesía (porque mi presupuesto era bajo), incluso de obras de Luis de Tavira. Los sábados de escuchar la orquesta con boletos comprados con el boleto estudiantil y el croissant con capuchino que cenábamos con los pesos ahorrados con algunos cafés que evitaba comprar durante la semana. Fue una época bonita. Una vida de incógnito que no exigía más que nuestra compañía, reír por algunas anécdotas que Elena o yo contaba, sentir mariposas en el estómago esperándola a que saliera de clases, esperándola en fin de semana, el espasmo de nuestras primeras tardes, nuestras primeras noches juntos. La vida de incógnito, nuestra propia vida en la ciudad era fácil. No había fiestas familiares, compromisos, mas que el deseo de unir nuestras soledades. 

La parte más difícil fue cruzar la puerta de la casa de sus padres. Abrió su papá. Elena lo abrazó y yo me quedé atrás con mi cara de pendejo dije "emmm, buenas tardes..." 

    - buenas tardes, pasa ...  - dijo su papá un poco seco.

 Me quedé sentado solo en la sala, mientras veía que su papá se hacía pendejo disque acomodando unas macetas con plantas que no valía la pena re-acomodar. Enseguida se acercó la mamá de Elena con un aura más amable y me dijo "¡¡Hola!!, tu debes ser Esteban.... ¿qué tal el viaje?... que bueno que viniste a conocer por acá... ¿ya habías venido?"

    - nu, nunca, es mi primera vez, ... , es muy bonito.

    - si, en Semana Santa se pone bonito, "¿ya viste que las calles están adornadas?" 

    - si, no parecen días de guardar. 

    - ¿Cómo? 

    - Bueno, mi familia es muy católica, decía que estos días eran como de luto, de ... sacrificio, se usaba combinaciones de blanco y morado.... ay ... bueno no importa, todo aquí es muy colorido, parece una fiesta de alegría .... de hecho ... lo es.... para la iglesia el jueves santo y el domingo de resurrección son días incluso más importantes que la navidad. ...

Estaba yo hablando nervioso, cuando la mamá de Elena me interrumpió y me dijo "deben tener hambre, hay que sentarnos a comer..."

Ya sentados en la mesa el papá de Elena dijo: 

     - Hace mucho calor,.... ¿no tienes calor con tu cabello largo?

Bueno, a propósito que Elena y su mamá tenían el cabello largo, me parecía una pregunta para molestar. Aunque sí, el calor me estaba matando. Me hicieron unas cuantas preguntas más incómodas. Estaba sintiéndome incómodo. La mamá interrumpió, le dijo a Elena, "llévalo a ver la procesión de la aprensión". Fingí querer levantar los trastes de la mesa, pero la mamá dijo que ella lo iba a hacer, que no me preocupaba, pero nunca dijo el clásico "no te preocupes, estás en tu casa", solo me dijo que no me preocupara. 

Con toda la pena del mundo pedí permiso para ducharme. Después salí con Elena hacia el centro del pueblo. El atardecer era bonito. El pueblo en pendiente era bonito, con sus casas antiguas pintadas con colores similares, las luces tenues, las calles empedradas, el sol naranja ocultándose detrás  de los cerros, y la procesión de la aprensión que comenzaba con personas sosteniendo candelas de papel construidas con tal cuidado que la veladora interior no alcanzara a quemar las paredes de papel china. 

    - Creo que no le caigo bien a tu papá, pero yo haría lo mismo, ay que pena tengo...

    - Cálmate, el así es, un poco hostil ... pero es buena persona. 

Comimos una nieve. 

 



 

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