En la semana se me ocurrió una nueva idea, tal vez no tenía que quebrarme el coco buscando un escenario y pseudónimos, también olvidar los laberinos y los bucles junto con las analogías.
Tomé la computadora cuando estaba de camino a casa, el camino era de cinco horas, suficiente para teclear intensamente. Seguía el efecto de mi café americano servido cortésmente en el café Europa de la calle Madero.
Mis palabras me aburrieron, y hace un momento también, ¿hace falta un café similar?
Mis párrafos de robot mapearon el recuerdo de las sesiones del taller de cuento, donde algunos relatos parecían describir a humanoides, creo saber cual es el problema del mio. Pero mañana ya no podre sentarme a tomar un buen café y escribir intensamente. Las semanas siguientes quizá no hay tiempo para eso, y se enfrío mi idea.
No pude seguir escribiendo, preferí mirar por la ventanilla.
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