La conocí en una cafetería hablando de la vida.
¿La espero a que regrese?
No, eso ya caería en lo raro. Creepie.
El tatuaje de su mano, su cabello castaño ondulado, sus ojos verdes esmeralda, su risa, vamos amigo, hacía mucho tiempo nadie entendía tus chistes estúpidos, inventas tus propios chistes, tu grado de asperger, regresar dentro de ocho días a la misma hora. Ella no me llamará, aunque tuviera ganas, al otro día lo olvidaría. Yo no la llamaría porque sería raro.
Me voy, y se me ocurren mil cosas, regresar y buscar la más simple. ¿Te gusta la pizza?. Bueno, no le dije que me quería ir porque ya tenía hambre y buscaría algo para comer. Tal vez ella quisiera comer también.
Me pongo los audífonos, enciendo la música y me pongo a seguir los movimientos de la batería de los Yeayeayeas, así, la mañana siguiente no me acordaría de ella, porque seguramente ella tampoco, y la vida sigue. Larga o hermosa vida para ella.
También con Elibeth, creo que quedó claro que tendríamos que olvidarnos el uno del otro, de cualquier intención buena o mala, o el pretexto de cerrar ciclos. Siendo que nadie dañó a ninguno, el daño palpable, mas que la ciudad que construimos que era nuestro cariño, el uno para el otro, una ciudad bella, tal vez como Florencia -la ciudad que no quiso visitar conmigo-, o como un busque, pero que arruinamos con bombas nucleares, con fuertes explosiones de bombas nucleares, nuestros ángeles educados.
A partir de este momento, si nos buscábamos ya era locura, o un resentimiento insano, por parte de algunos. Sino, la vida siguió para cada uno.
No se necesitan cerrar ciclos planeados. Se cierran cuando menos lo pensamos.
Recuérdate, que siempre quisiste ser Elizabeth, como la película que tanto te gustaba. Recuerda que si me buscas ahora ya será una locura, o resentimiento insano, de tu parte, porque yo jamás te buscaré.
Larga y hermosa vida para tí, elibeth.
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