Empecé a creer en la humanidad, después de ella me trató delicadamente, después de conocerla en la mañana y que me invitó a pasar toda la tarde hasta terminar el día antes de la salida de su vuelo.
Vale que un hombre no puede decir eso, pero todo el tiempo me sentí mal herido, agonizante. Antes de conocerla, así me sentía.
Ella tuvo la gentileza de acercarse, para desarmar mi repulsión, no agresiva, pero arisca hacia el acercamiento de las personas, pasando el aurea de la barrera invicible, 10 cm más allá de mi piel. Me pidió permiso para darme un abrazo. Me tomó de las manos y me dijo que era un gran tipo y que tenía una sonrisa linda. Se bajó del auto y no la volví a ver nunca más.
Me sentí bien, muy bien, después de que me trataran como basura ese verano, como la peor basura, la persona que alguna vez creí que me quería. Después de que me cuenta, ni siquiera el verano, mucho antes, mis últimas referencias de seguridad tenían que ver con ella, en como me miraba, en su fotografía favorita donde dijo que por eso saltó a darme de besos. Pero también, lo nefasto, a propósito, lo haría cuando me sentía en riesgo cuando ella se acercaba bastante, desde que hice esa broma nefasta, después de que ella decía que yo tenía la actitud de su padre, y le dije que todo encajaba, entonces, "te estás cogiendo a tu padre".
Tal vez me arrepentiría después, tal vez después no me arrepentí de decirlo cuando compredí que nuestra relación se iría a la mierda. Claro, ambos cumpliríamos nuestra la lección, aprenderíamos nuestra lección, al final, si cada quien cuenta su versión de la historia, harán del otro el malo del cuento. Pero éramos más puros y sinceros cuando estábamos desnudos apartados de todas las miradas, inocentes, de un lado a otro en la alfombra, de un lado a otro en la cama, éramos totalmente libres, estábamos hechos el uno para el otro, pero los prejuicios y planes que marcaron en nuestra memoria tenían planes más ambiciosos que solo quedar juntos y renunciar a todo.
Entonces, ella se empeñaría en desconectarse todo lo que tuviera que ver con su padre y yo me haría adicto a las prostitutas. Podría esperar, como el buen vino. NO, no en esta vida.
Que un tipejo, al final encima de ella, sudando, las caricias, sobresaltos, ruido, actitudes y miradas, mientras yo saciaba mis defectos contra la actividad, contra lo prohibido, contra lo que siempre me caía mal, una persona como ella, ella en una persona como yo, por eso, tener sexo juntos, era tóxicamente maravilloso, y podríamos seguir así, pero no, no nosotros, jóvenes promesas en un mundo de mancos y ciegos, jóvenes intelectuales de rancho, que pretendían entrar, ser, seres pensantes, no estúpidos pueblerinos dominados por sus pasiones, por que al final eso éramos.
¿Quién estará en la cima? dos personas que se quieren, o aquellos que viven una falsa felicidad plagada de standares que nuestra familia creía buenos.