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viernes, 11 de marzo de 2022

Miedos del jueves

La semana comienza el fin de semana, el domingo, cuando llegué a mi lugar favorito de pizza y noté que ya no trabaja la chica amable que se despide deseando bendiciones. Que mal. En su lugar pusieron a un muchacho que le cuesta trabajo abrir la botella de vino. El chico nervioso. 

Críptico.

Algunos aprendimos mal la idea de que siempre tenemos que ser apoyo de alguien, escuchar. Pero también tenemos miedo. Leía una frase en la semana, algo así como "la santidad de un hombre se mide con la verdad". Yo diría que con la honestidad, y no me referiría a la santidad, sino el sostén de la integridad de cada persona. Siendo honesto, la verdad, tengo miedo. Y la santidad es un concepto que me repugna. 

Nunca hablé de mis miedos para que no sintieras inseguridad a mi lado. Me gusta la sensación de poder brindar protección, aunque sea ficticio, bien sabemos que un golpe podría hacerme caer desmayado, un golpe literal o un golpe de la vida. Quizá eso no te hace click. El hecho de que nunca lo he aceptado. Más bien, nunca lo he dicho. Miedos que nunca han sido cantados. Miedos que se ocultan a propósito, como si fuera algo complejo, pero son la cosa más cotidiana y simple. Hasta podrían ser efímeros. 

La esperanza. 

La esperanza me pone nervioso. Me incita a buscar en un cuarto oscuro un objeto que nunca he visto. La búsqueda. No quiero pelear con eso. Quiero abrazar la ausencia. ¿De qué? De que nunca estuviste, no estás y nunca estarás. Todo fue un sueño.

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