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jueves, 18 de febrero de 2010

Las flores

Las Flores.

Las moléculas parecen burbujas de refresco. Iba en su nave microscópica buscando un nuevo universo. A la vez pensaba en ese día tan anhelado, el último día de la semana en el cual dormiría mucho, quizá respirando un nuevo aroma, que se volvía cada vez más familiar. Ese aroma que le hacía recordar los buenos momentos prohibidos. Pensaba en la mejor forma de poder atravesar la vía láctea con tan solo frotar las llenas de sus dedos contra la superficie extraña de su nuevo mundo. El mundo en el cual comenzaba a vivir y lo tenía confundido porque no sabía si en realidad había caído en la dimensión exacta o se engañaba pensando en volver, aun no lo sabía y las flores se niegan en decírselo, solamente desprendían aroma y dejaban acariciarse con sus pétalos, pero de ninguna manera se dejaban cortar, mucho menos desprender los pétalos y de ninguna forma llevarlas al corazón aunque extrañamente comenzaban a habitar en el de manera muy especial.

Se pasaba el tiempo observando a las flores observando el campo lleno de ellas, tan bonitas y amarillas, tan graciosas y venenosas. ¡ Como lo hacían feliz!, al menos por un momento, pero solo bastaba ese momento para estar feliz toda la semana, eran como pastillas antidepresivas. Eran muy raras, cuando se encontraba solo abrían sus capullitos y pétalos, invitando a respirar su aroma y todo parecía bien, pero cuando él se encontraba acompañado o había otras personas en el campo las flores cerraban sus capullos o giraban hacia el sol ignorando su presencia. Al principio era grato que hicieran eso, porque aquellas flores tan extrañas lo intimidaban, cuando comenzaron a ser sus flores favoritas esta situación comenzó a incomodarle, y quiso disimular que todo iba bien pero en realidad se ponía triste, disimulando ignorar ¿porque sucedía eso? y no dar más heridas a su corazón.

Flores amigas por favor, tengo un florero muy especial para alguna de ustedes, juro que es el más agradable y sincero de todos los que podrán conocer – se decía en mente, no era capaz de pronunciarlo.

Quizá las flores sabían de sus negras intenciones y por eso lo torturaban más y mas, o tal vez se torturaba a sí mismo. Y lo hacía preguntándose ¿Por qué otras personas podían cortarlas y el no? ¿Porqué se comportaban tan infames con él? Si muchas veces hasta las regaba con agua dulce y limpia, no como aquellas personas que llevaban agua del canal. Pero quizá así las flores eran felices, con esa agua de mierda, por eso se ponían tan contentas cada que le arrojaban orines a los pétalos.

¡Sr Aramis! ¿Se encuentra en clase? ¿Se entendieron las funciones potenciales? – Grito su profesor.

Si – contesto por inercia.

¿Durmió esta noche?- pregunto el profesor

Si- respondió

No te veo atento, ¡despierta por favor! – exclamo el profesor.

Una vez más pensando en la inmortalidad del cangrejo, por un momento se olvido de las flores y sus efectos.

Llegando a su casa, se dirigió directamente a su cuarto para poder tomar la siesta y comer una barra de cereal. Recostado recordó que por la mañana había pasado al campo para respirar un poco de aroma, pero al parecer se negaron las flores, aunque se veían bonitas, comprendió.

No recordaba que había comprendido, no recordaba que merecía algo mejor, necesitaba oxigeno y ahí no lo encontraba, al contrario se lo robaban. Y seguía pensando muy triste, con el nudo en la garganta que era sembrado por el café amargo. Broto una lagrima recordando las palabras de un viejo, el cual decía que las flores se ponían hermosas cuando se orinaba en el tallo. Recordó también la vieja huerta, pero no estaba arrepentido, el no conocía el arrepentimiento. Quizá herido porque sin darse cuenta, las flores le habían clavado muchas espinas. El día esperado no llego y nunca llegara, el no dormirá sobre ese campo tan infame, aunque obsesionado insistía. Pero no era conveniente y la última flor lo espino y la herida comenzaba a infectarse. Mucho mejor resultaría quedarse en casa con sus viejos discos de bach y choppin recuperándose para la semana entrante. Y desechando el florero, dejando de pensar ¿Quién las cortara? Ya no importa sin pensar encontraría después alguna para cortar. Por lo pronto se quedara con flores artificiales, esas nunca fallan, no exigen y siempre están lindas.

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