credits by: evtkw

sábado, 26 de abril de 2025

Cobardes

Eñe y yo nos abrazamos para despedirnos. Cuando nuestros cuerpos se reconocieron y sintieron ese iman para permancer juntos, rápidamente ella me aventó hacia atrás, como dejándome claro que me gané su desprecio absoluto.

Por mi parte fantaseaba con hablar a solas con ella. Despedirnos como dios manda. Pero ninguno de los dos tuvo -¿los huevos?- (la humildad) para pedirlo. Yo estaba tan abrumado con mi disertación, con mi presentación, que no se me ocurrió, que también ella era importante para mi.

Los dos somos iguales. Tenemos coraje para odiar, para la voluntad de no buscar nunca más a las personas, para soportar el dolor en la soledad, para el duelo, para fingir que estamos bien y ser perfectamente funcionales, para aislarnos. Nos ufanamos de todo esto, mostrándonos fuertes, pero quizá esa es nuestra definición, realmente somos cobardes.

Todo aquí es ficción, obvio.

Todo aquí es ficción, obvio.

Pero si no lo escribo me voy a reventar como lata de frijoles al fuego lento.

Son las 5:12 de la mañana y el andén huele a humedad rancia, a calcetín mojado y a ansiedad colectiva. Yo, equilibrista de mi propio precipicio, me asomo con la punta del zapato al filo de las vías y pienso en lo bonito que sería dejar de pensar. Hoy ni siquiera parpadeé en la noche ―gracias, Sofi, por mandar esa foto donde sales abrazada a tu nuevo gurú de autocontrol; gracias por recordarme que el que antes te sostenía el mundo era yo y ahora apenas sostengo la mirada para no parecer un loco llorando en público―. “Acosador”, les dijiste a mis compañeros del proyecto; “psicópata de oficina” lo resumió Recursos Humanos. Qué ironía: yo, que me pasé meses ignorándote porque tenía que entregar reportes en lugar de escuchar tus crisis, y tú, que decidiste prender la fogata y bailar alrededor de mi reputación hasta que oliera a carne quemada.

Podría saltar, claro. Sería rápido: un destello metálico, tal vez un grito ajeno, titulares digitales al medio día. Pero entonces recuerdo que, antes de salir, el estómago gruñó con la dignidad de un perro sarnoso y solo atinó a pedirme algo humilde: huevos con tocino, bien doraditos, pan embarrado de mantequilla barata. Me sorprende lo fácil que un antojo grasoso le gana a la muerte. Cierro los ojos, respiro hondo, cuento el dinero: 87 pesos con treinta y cinco centavos. Suficiente para el desayuno en la fondita de Don Lupe y, con suerte, un café que despierte esta carcasa. Después… bueno, después veré si todavía tengo empleo o si al fin se cumple la profecía de mi sobresueldo en cero. Sofi seguirá con su mesías de cartón, mis compañeros seguirán creyendo que soy un loco peligroso, y yo seguiré siendo un hombre que casi se lanzó al tren pero se rindió ante el olor imaginario del tocino crujiente. Quizá eso sea esperanza, o quizá solo sea colesterol precoz: da igual, mientras sepa a casa.

Total, la tragedia siempre puede esperar otros cinco minutos; la freidora, en cambio, cierra a las seis.

jueves, 24 de abril de 2025

Remembranzas

Pues yo quería decir, yo no tengo un grato recuerdo. Pero que se iba a comparar, una gran obra detrás de la tarde, en que un viejo cenil, que no entendía mis traumas como yo tampoco entendí los de él. Mentalmente teníamos la misma edad, yo, llendo hacia arriba y él hacia abajo. Mentalmente éramos el mismo par de idiotas.

Me pateó las pelotas y no sé si yo le estaba pateando las suyas, claro que lo intenté torpemente.

No sé si le pateaba las pelotas, la institución que él creó, de alto nivel, se había convertido, en un refugio de inmigrantes, que escapábamos de países bananeros, o sucios, o llenos de crimen, o una combinación de, porque no supimos jugar bien nuestras cartas, nuestras familias, nuestras influencias, para estar en un lugar mejor, para hacer nuestros países mejores. Ahora si hay una crisis. 

Ese lugar era como una estación de tren, incómoda para estar, solo podías pensar en reposar si ya te habías cansado de buscar, con tantas historias detrás, ó solo buscarías quedarte ahí si estabas loco, si tenías la misma lucidez de un vagabundo que le importaba una mierda la vida ya. 

Lo bueno que no discutí con el viejo, ahora me sentiría terrible, después de la tarde que partió en el tren y se fue voz para siempre. 

Adiós Florecita

Florecita, no deberías estar aquí. No deberías gastar tu tiempo mirando. La curiosidad mató al gato. 

Estas lineas son para ti, y espero que sea la última vez que tus ojos pasen por aquí. Si aún sigues preguntando cuál es mi opinión para ti, deberías saber que es la misma, que te tengo aprecio y cariño. 

Ha quedado claro para los dos que no debemos buscarnos nunca más, eso espero de tu parte. A mí me había quedado claro desde que corté comunicación contigo aquella última tarde de diciembre, antes que dejáramos a nuestras familias. Me lo echaste en cara, pero tenías que entender. ¿no? 

Es muy romántico eso de cerrar ciclos, ¿no? Bastante ideal. 

Ya no somos adolescentes torpes, conejos torpes redescubriendo y reinventando el sexo, o la guerra, el drama más bien.

Claro, porque están tus ojos aquí, quieres saber que pienso de tí. Lo mismo de siempre. 

Gracias por tanto, que tengas una gran vida. 


Que se termine el verano

Que se termine el verano para no tener el pretexto de salir.  Ya no quiero salir este verano, amigo, me siento cansado. Me zumban los pies c...