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domingo, 19 de enero de 2025

Viernes 660

Sabía que las cosas iban bien cuando aseguro que venía a casa. No se puede saber si ella estaba igual de nerviosa, probablemente no. Otra vez la ley del unicornio de Alicia en el país de las maravillas, yo confío en ti si tu confías en mí. Me siento nervioso, como la primera vez. Como la primera vez que salí con la chica que más me gustaba en la adolescencia. Cuando me tomó por sorpresa la chica de la escuela de medicina que aceptó salir conmigo cuando terminaba la universidad. Yo esperando en la banca de un parque, ella aproximándose, con su cabello lacio, fresca, linda y no me lo puedo creer.

Pero ahora estoy en mi casa, me siento a esperar en el sillón, ella dice que llegará unos minutos tarde mientras el tráfico de la cansada ciudad en viernes la suelte. Me sirvo una copa de vino y me pongo a mirar un video de mi concierto favorito, en Berlín. Esta banda de rock, que se viste con trajes formales, musica oscura y pasional, serio y oscuro, ese soy yo. Me vestí elegante para estar con ella.

Ella dice que ha llegado, suena el timbre. Salgo a recibirla, de momento no la reconozco. Sigo temeroso cuando sube las escaleras conmigo antes de entrar a mi departamento. No la miro a los ojos, tal vez por el temor a que me lea mi cara, de que escondo la urgencia, se asuste y se valla.

Le doy un beso, su piel, sus mejillas están frías, afuera está nevando.

Se quita el abrigo delicadamente, y lo tomo para guardarlo. Que suerte tengo,  es cien veces más guapa de lo que esperaba, y huele bien, y viste bien, y es educada y elegante. Primero le pago lo que le debo. Es cortés, lo suficientemente inteligente para mira un par de segundos para verificar que está bien con el toque de no desconfianza. 

Se sienta conmigo en la sala. Trato de esconder mis nervios, no debe ser, todo va bien. No pensé que fuera tan elegante y educada. Su sonrisa perfecta y pulcritud me da confianza. Por dios que cabello, que postura. Quiero lanzarme sobre sus piernas y desgarrar sus medias negras, pero dejo que me conduzca, como al final es la regla, como los años me han enseñado a no olvidar como se comportan los caballeros.

Me pregunta, me envuelve para que me sienta con confianza. Me lee, debo lucir como un animal herido. Me trata cálidamente, parece que no tiene prisa de irse. La veo dentro de mi habitación y no lo creo -en más aspectos que solo el hecho de pagar las cuentas-. Vale, estoy más que contento.

Poco a poco me siento con más confianza, pero con mucho titubeo. No es necesario que lo diga, parece que su aurea se abre, sin estar desnuda, con su vestido elegante y luz tenue, abre las puertas del universo, me pega un abrazo y busca mi boca, con delicadeza infla mi confianza, creo de nuevo en el mundo

Comienzo por su cuello y termino por cada rincón de su cuerpo.

No me mira con asco ni con lástima. Yo ya no la siento por mi mismo. Tampoco siento la presión por ser quien satisface. Yo solo me enfoco en el momento y su boca mágica. Me mira con delicada lujuria. Todo esta bien. 

Ella me da consuelo. Evita que me vuelva loco. Adsorbe mi tristeza cuando reposo mi rostro en su vientre. Sabe que mi mente grita que la extrañé por casi más de dos años, y que me sentí tan celoso cuando supe que estaba con alguien más, aquella, a la que creí el amor de mi vida. Pero ahora era mi momento, y estaba muy feliz, siendo liberado.

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Viernes 660

Sabía que las cosas iban bien cuando aseguro que venía a casa. No se puede saber si ella estaba igual de nerviosa, probablemente no. Otra ve...