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jueves, 23 de noviembre de 2017

Foto

A las tres pasando la media noche, el mundo y el cuerpo tienen comportamientos extraños. El mundo muere apagando su voz y queda el eco del silencio, que instintivamente sin explicación coherente, hace entrar en pánico al cuerpo y prende la radio para sofocar el silencio. 

El estómago se comporta como si estuviese deshecho, con fuertes punzadas que por alguna razón le dicen que es preciso ir a dormir para apagarlas, pues el vostezo no se hace presente, y sus ojos bien abiertos como los de un búho pero cansados de mirar. 

Como queriendo olvidar el miedo a quedarse dormido, mira fotografías de hace algunos años y después de algunos meses, como para proyectar la película silenciosa del olvido, de que el mundo es relevante, de que los suspiros no lo son. 

Y ahí está sin querer, ella, como en una foto de ensueños, que parece más bien un montaje. Con sus jeans absurdos rotos por el rozamiento de los muslos, con su combinación colorida sin sentido. Y se pregunta ¿recuerdas cuándo teníamos pena por decidir el lugar donde charlaríamos en nuestra primera cita? Ambos sabíamos que no teníamos dinero, tu por la desgracia de tu novio pensabas que no merecías que te pagara la cuenta de tu consumo, y yo por no verme jodido quería hacerlo. 

Caminaron y ella se dió cuenta que él no haría nada, tan solo se consumió el tiempo, tenía la cartera con un billete suficiente, pero era inexperto. Charlaron y caminaron hasta el hartasgo. Salieron unas cuantas veces hasta que ella decidió por alguna razón, de esas que se entienden cuando dejó de contestar el teléfono, que no quería seguir el juego. 

Se hartaron de algo que no sucedió, y ahora él decide que no llamará. Prepara un sandwich, la noche debe continuar, el sol en algún momento asomará.

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