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sábado, 31 de diciembre de 2016

Galleta y café sin azúcar







Pusiste en duda el orden temporal cuando las aguas huracanadas, junto con un resplandor de relámpago, indicaban la salida luminosa de muerte. Me quedé a la deriva, fingiendo tener control del barco con fisuras evidentes; con la escasees de alimento, agua, energía, perdiendo señales de vida. Como una conjunción dual oscilaba rápidamente entre el control y el cataclismo; dando consejos e implorando salvación.

Tocaste el hombro, como despertándome de una siesta vespertina, exagerando yo más de la cuenta, y con la lluvia mojando la habitación sólida de roca firme, pero que puede limpiarse... invirtiendo tiempo claro está. No me había dado cuenta que en realidad estaba estático.

Me quedé callado mientras distraías el silencio mascando levemente los crutones de la crema. Mordiéndote los labios con una sonrisa, que es tu signo premonición, pronto escucharé tus nuevos planes para la noche. Tratando de no mostrarme asustado, apenado por mis bolsillos rotos, te sugiero la tarde del día próximo pero ya se que tienes una solución que parece trivial, me tomas de la mano, que nos la jugamos al azar mientras al reloj no se le ocurra cortar el tiempo.

Ya en la cafetería, que el tiempo y el bolsillo nos permitió visitar, miro la expresión que tratas de ocultar debido al café amargo. Por dios que en ese lugar no hay azucareras porque dicen que es malo ponerle azúcar al café, pero veo que te adaptas a la amargura del café, a la amargura de mis días para hacerme sentir cómodo. Ya te sentirás mas cómoda su ordenas una galleta dulce, placer que descubriste, que descubrimos, que nos identifica. Suena ridículo decir que somos una combinación reconfortante: la galleta dulce con café amargo.

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