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viernes, 17 de junio de 2016

Ahora ¿qué escribo?



¿Qué voy a escribir ahora?


I

Cargo una libretita todo el tiempo, hoy miré algo extraño. Iba sobre el rugidor y sus pasillos imposibles, hoy casi todas eran mujeres malhumoradas. Entre ellas, también de pie, estaba ese extraña, pero hermosa ente.

No se que hacía sobre el rugidor, que atraviesa el laberinto de las calles de arrabal sureño, y con ese calor extraño de las seis de la tarde pero que de alguna manera sabes que anticipa una lluvia.

Ella llevaba puesta una gabardina, por la lluvia venidera quizá, o era una puta; realmente cualquier cosa no me sorprende ahora. Le marcaron por teléfono, dijo que estaba en camino, en el rujidor. 

Era una especie de intelectualoide, lo sé por los libros que se asoman de su gran bolso, las manos delicadas y tiene la cara. ¿Está loca? Cualquier cosa no me sorprendería.

Alguien la citó para hacer algo extraño en los arrabales. Ingerir drogas a caso... coger de una manera nueva, combinaciones de cosas, las cosas que se le puedan ocurrir a la mente más creativa.

Se bajó y golpeó sin querer con su bolso a la señora malhumorada.



II 


Le puse play a las canciones de una tal Sharon Van Etten. Me parece agradable, es agradable, además hace de estas cuestiones del olvido algo más llevadero. Subo un poco el volumen, se escuchan las voces de los vecinos, de la vecina llamando la atención y el olor del humo de su cigarrillo, que también es para llamar la atención, para que todos sepamos que algo esta cambiando.

Su estruendosa voz, y escándalo, como desquitándose por la sarta de mentiras que le dije y que de alguna manera son las pocas verdades que escuchará en su vida.

También, en tan poco tiempo, pronto, como es costumbre de la gente de por aquí, escucharé sus gemidos para dejar en claro que tan solo necesitaba más tiempo, el tiempo que me negué a darle simplemente porque me daba hueva, porque no lo tenía y no estaba dispuesto a dar así tuviera una pistola en mi pinche cabeza.


Por tanto, los próximos meses me lo restregará en mi geta, en mis horas de llegada cruzando por el parque y la reja. Con sus rasguños en la pared, risas y gemidos; para recordarme que voy a estar del otro lado subiéndole a la música, ideandomelas para concentrarme escribiendo o haciendo los cálculos ordinarios.
No se en que termines, niña, pero a mi a estas alturas nada me sorprende. Gime todo lo que quieras, al final yo no habré perdido el tiempo, y eso para mí es más importante.

Podré escuchar más y más, me importará un carajo y seguiré pensando lo mismo.





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