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sábado, 19 de enero de 2019

Hotel

Estábamos en un cuarto con forma de rectángulo, bastante raro, pagado por la beca de un congreso. Tenía el piso, el azulejo y los espejos; la secadora, el espejo chico, el aire acondicionado; las sábanas blancas y una infinidad de almohadas. Pero varías camas en hilera, como de orfanato, pero estas miraban, todas a la gran ventana de cristal que daba del piso al techo. Me asomé pero no pude reconocer que ciudad era, un poco futurista, o fuera de lo común, al menos todos estábamos preocupados porque se requería un idioma que nadie hablaba.

Fernando se puso raro, de sus conversaciones oscilaba entre el español y el inglés en cada oración. Con exactitud recuerdo también que estaba la joven, la que siempre, por alguna razón, le decían que tenía que estudiar el comportamiento de estrellas raras, pero que al final terminó haciendo experimentos con tierras raras. Estaba, con ese acercamiento peculiar, como de imán, de polos opuestos.

Todos sabían que se trataba de un sueño, pero yo no me había dado cuenta. Al final descubrí que la regla era romper las reglas, y al final fui sentenciado por no romperlas.

Después viajé por el tiempo a la cocina de María y Daniel, por alguna razón estaba la pareja de Itali-españoles a los que Fernando alguna vez les regaló un chile en nogada guardado en un tuper. María le decía a su hijo, como antes de que se revelara, la manera de moler aquello y mover esto otro.

Pero ya no recuerdo como olía la cocina de María, muy rico claro, pero no lo recuerdo. Después me alcanzaron los policías de no romper las reglas, junto con la de los experimentos de tierras raras, pero afortunadamente pude despertar.

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