Yo también, les dije, yo también tengo algo que contar. Entonces abrí mi carpeta con todos esos escritos de melancolía que me hacían avergonzar de mi mismo. Encontré algo interesante, que también me hacía parecer protagonista, de una historia fantástica que escribí a partir de un vestido floreado.
Era un día caluroso como este, el ventilador no funcionaba, y anhelaba contradictoriamente una taza de café. Mientras escuchábamos a un pelmazo leer un desorden de versos, de papeleria y libro de superación personal, me perdí mirando... y se me ocurrió.
Cuando salí a toda prisa, casi llegando a la puerta principal, me detuve pensando que no era mala idea la taza de café, bajo el argumento del equilibrio termodinámico, incluso parecía un chiste gracioso. Claro que no.
Regresé, y estaba ahí, esperando mientras era distraída por... Entonces nació la historia.
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