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domingo, 3 de enero de 2016

Mariela

Encontré un disco con las lecciones de piano, del libro para Anna Magdalena Bach, me recosté para repasar las imágenes en mi memoria. El sonido tal vez era el mismo, pero este, porsupuesto era una ejecusión más sólida a diferencia de las manos tímidas de Mariela. 

Hace unos días, miré una densa capa con facha de nube perdida, sentí aquella sensación de que estás caminando por el cielo, pero no podría aseverar.

Esta nube estaba constituida por una mezcla humeante de pólvora, polvo y el sereno de la madrugada sobre el pavimento. El ambiente estába podrido y venenozo quizá.

Culmina la fiesta de la barbarie, entre escombros de basura perfumada en alcohol; vasos de plástico pisoteados, botellas rotas, charolas de unicel embarradas de mostaza y salsa catsup, restos de fogatas y cadáveres de cohetones.

Destrucción y violencia en donde todos están de acuerdo, pues no hubo enemigos a quien atacar, ufanos dicen que el único enemigo es el aburrimiento, porque no hubo una guerra de aquellas.
La porqueria hace homenaje al despilfarre y desenfreno, un homenaje a la imprudencia ¿qué importa el mañana?

Porqué no nos asficciamos intoxicados todos y nos vamos al carajo con esta mierda. Pasará otra navidad y año nuevo y Mariela recordará a los curiosos que la rodeaban tirada en el pavimento húmedo de miados combinados con alcohol y refresco pegajoso.

La llegada del inspector de protección civil en una bicicleta para evaluar la situación, para saber si es necesario ordenar a la ambulancia, o tal vez se trataba de un puto borracho rutinario tirado en la pintoresca calle pueblerina ahora convertida en un basurero provisional que durará por lo menos tres días. Claro que habrá tiempo para esas ratas impacientes en las coladeras que reprimen su salida por miedo, al parecer las personas no dormían hoy.

 Mariela corre la suerte, de las leyes de la probabilidad, parece una de esas pendejadas absurdas, pensar en las probabilidades de uno en un millón,  pero que piensa haber alborotado por el hecho de salir de casa y plantarse en ese lugar.

No puedo creerlo que después de tantos años la veríamos así, vencida con sus manos tímidas ahí olvidadas. Nunca tuvimos la mala costumbre de preguntar por atropellados, asesinados, cualquier cadáver que apareciera con una sabana o el rostro cubierto al rededor de un charco de sangre, con ese carmín intenso de infierno. Algunas veces solo basta voltear para provocar una explosión en la consiencia. 

Eso le gusta a la gente, el puto circo de infierno. Mariela tirada mal herida esperando la ambulancia. Cuabdo se case en la iglesia será recordada como la muchacha que estaba tirada casi agonizante 

No la recordarán por el Minuet en G Menor que era rutinario en las presentaciones de las clases de piano, en el instituto de cultura que tenía al maestro de piano frustrado, con sus sueños truncados por sus pequeñas manos y su mujer embarazada.


Es curioso, y hace días que preguntábamos por ella, posterior a la Llegada de una versión de piano, un disco con las Goldberg variations de Bach.

Sonaba Aria, y entonces, con el oscio de las vacaciones me preguntaba qué sería de Mariela. 

Y los recuerdos con esa historia chusca. Recuerdas que Aria como lección en libro de piano para Anna Magdalena Bach, Aria y el Minuet en G Menor que tocaba con sus manos tímidas, mientras yo mirada, ahí parado, esperando mi turno con la guitarra y la partitura de la llorona y adelita a medias, para conmemorar en la última presentación del veinte de noviembre, la última antes de que me mudara a la capital. 




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