Atención, este mapache no es un marrullero electoral.... es un simple mapache :)
Bianca
Les voy a contar la
historia de Bianca:
Bianca es una mujer de
piel blanca (menos que la nieve y mas que el azucar), noté su
presencia un Jueves por la tarde antes de que terminara la última
clase. Observé que estaba mirando por la ventana hacia los árboles
que se secaban por el otoño. Fue un cuadro hermoso ver su mirada
perdida y sus manos delicadas inmóviles una sobre la otra. En ese
entonces discutiamos uno esos temas filosóficos que los adolescentes
nunca entendemos pero sin duda era la clase preferida de muchos
porque podía decirse cualquier cosa incluso las estúpideses mas
descabelladas sin temor a las burlas porque todos eramos ignorantes y
el profesor muy tolerante.
Bianca llegaba temprano a
esa clase, cuando me di cuenta de ello también hacia lo posible por
llegar temprano hasta cumplir el objetivo de dirigirle la palabra,
hablarle a aquella mujer para saber su nombre y procedencia. Para
poder determinar en el primer instante si yo le agradaba a simple
vista.
Bianca no mostro ningún
tipo de rechaso, mujer cortéz de una risita fina que se prolongaba
cuando se privaba y en último momento tomaba una gran bocanada de
aire.
Pronto aprendí a
capturar su atención con mis palabras las cuales resultaban ser
interesantes a su poca experiencia. Hablaba y hablaba de cosas que
ella seguramente no entendía hasta llegue a mentirle lo cual no
representaba un pecado mortal porque los dos caimos en el juego de
conocernos mutuamente estando de pormedio nuestro interés y las
ganas de experimentar.
Su pulcritud iba en
contra de mi desorden. Me encantaba cuando ella escribia, yo le
llegue a decir que era como una impresora, porque a la hora de
plasmar las letras en la hoja de papel lo hacía con mucha limpieza y
con una letra pequeñita perfectamente colocada en su lugar dandole
al texto una distribución justificada como la de algún procesador
(Word, Lotus, Writer o TexMaker.)
Su aroma me recordaba a
veranos pasados en mi niñez cuando me iba de vaciones al campo con
los abuelos y pastoreaba los borregos muy temprano en la inmensidad
del campo colorido, hasta podía recordar el rio temporal que
probocaban las lluvias.
Me sentía apenado cuando
por mi culpa en las mañanas antes de la clase de Historia Moderna le
distraía, ella dejaba de escribir sus largos resumenes para escuchar
cualquier cosa que me inventaba con el pretexto de su sonrisa y la
suabidad de sus labios porque sabía besar con mucha delicadesa.
Con el paso del semestre
las hojas blancas de mis libretas se percudian y las de ella
permanecian intactactamente blancas. Llegué a pensar que era un
ángel y lo llegue a escribir en las cartas que entragaba cada
quincena “cómo un pago quincenal” por haberse aparecido en
momentos turbios, también llegaba a decirle mi frase acostumbrada de
que “soy amigo del viento” y que le decia que me contara que
sentia cortarle tangencialmente sus mejillas blanquiscas y aveces
rosadas, no mucho mejor que tocarle con las llemas de mis dedos.
Nunca supe porque estuvo
conmigo y porque me abandó. Fue en uno de esos dias de Diciembre
previos a mi cumpleaños. El último dia de clases la busque en los
salones con pizarrón virtual donde ella tomaba una materia
relacionada con la economia. Se encontraba mirando los árboles
frente al barandal, distraida y sombría. Ese día se habia
maquillado (nunca lo había hecho) y la verdad es que no se veía tan
vulgar como suelen serlo muchas mujeres. Tenia una especie de
chamarra morada y sus ojos con delineador morado. Su hermoso cabello
negro estaba peinado como el de esas cantantes pop que estaban de
moda por aquellos dias. Hacia un par de semanas que no hablabamos y
yo pasaba por una hépoca de rebeldía absurda; me deje crecer el
cabello estaba demasiado largo, me acostumbre a no usar calcetines y
a cargar un morral negro de lana que había comprado a unos hippies
que apestaban a marihuana. Tenía una playera negra con el rostro de
Cobain y empezaba un hábito temporal de fumar unos cigarrillos con
empaque negro que el filtro provocaba una sensación en los labios...
una sabor como a chocolate. Esa mañana compré unos audifonos en la
tienda de los tres tecolotes y en el stand de osos de peluche había
uno muy peculiar, muy bonito ...
Lo compré, me dierón
ganas de hacerlo, era para ella.. escribí lo que sería mi última
carta.
Mi amor estudiantil
estaba acotado en los pasillos de la escuela, también en el parque,
en el teatro o museos. Poresa hépoca no eran muy comunes los
celulares y a bianca le horrorizaba la idea de utilizar el messenger
que era muy popular en ese entonces. Nuestro contrato era simple
menos complicado comparado con las telarañas de nuestras vidas que
se convirtieron así en tiempos posteriores.
Así de simple, despues
de una mañana fría de Diciembre perdimos comunicación y volvimos a
vernos como los extraños que siempre fuimos. Al volverla a ver pude
notar que estaba enojada, tenía un absurdo enojo que nunca
comprendí. Yo seguí hippioso y ella se pinto el cabello de rojo y
jamás supe de ella. Alguíen rompió nuestro contrato y yo no me di
cuenta. No volvió a aparecerse a las 11 de la mañana frente a la
dirección escolar ni a la 1 de la tarde los miércoles para irnos
juntos. Ya no llegaba temprano a la clase donde nos conocimos,
después sus amigas servian como una balla o muro que impidiesé
verle, observarle mirar los árboles con esa mirada pérdida que
tanto me gustaba.
Un amigo dice que cuando
se es jovén no está permitido rogarle a una mujer,.... cuando se
va... se va ..
Yo preferí pensar que
bianca fue un sueño, al derpertar la única explicación lógica es
que somos perfectos desconocidos. Entonces escribí una de esas
cartas que nunca entrego... una de esas cartas donde se escribe y se
rompe al final con todo el odio del corazón.
Mas tarde unos años
después la encontré en la universidad una tarde de diciembre...
caminamos de frente finjiendo no conocernos.
Gerardo Urrutia.
Ciudad de México, Junio 2012
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