Miré al espejo y lancé mi suspiro de muerte, profundo y fuerte, testereo la toalla colgada.
Cómo me encontraste, pagué esta habitación de hotel con los últimos míseros billetes de mi cartera, ya no me queda más, viene a morirme aquí, con estos tragos de alcohol barato.
Porque viniste a la habitación de al lado, con tu susurro, tú suspiros tenues y gemidos leves que se esconden entre el ruido de los grillos y los autos madrugueros circundantes. Estás al lado de la pared delgada, de este hotel injusto y barato, susurrando que él lo haga más despacio para que yo no escuche, aunque sabes que lo hago, que es tu intención. Porque siempre anticipaba tu llegada, reconociendo la esencia combinada con el perfume tenue de flores.
Sabrás que escucharé, que lo supe, que me preguntaré cómo me encontraste, y que supe de tu llegada, cuando ustedes dos abrieron la puerta.
Y yo con este insomnio, el estomago perforado, escuchando, y sin poder morirme.
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