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lunes, 29 de agosto de 2016
Libre
Me quedé pensando en la libertad, me dejaste libre, siempre lo estuve, con el síndrome de elefante encadenado. Hoy, el alumno de doctorado del profesor R. tenía una camisa de elefante, que al frente y mirando, estaba la ecuación del "no monopolo magnético", como haciendo una especie de igualdad. Hice elogio, pues me parecía una playera muy original, pero me dijo que se trataba de un chiste, y que no me lo contaría porque cuando lo hace lo miran como a un bobo.
Bueno, estaba pensando que no hay cosas libres en el universo que quieran permanecer libres, al final terminan ligándose a algo.
Quedé libre, y me volví prisionero para que pierdas importancia. Escribo cartas sin importar el remitente, canto canciones sin preocuparme por el oyente, ya nada es especial. Todo es todo.
viernes, 19 de agosto de 2016
Me abandonó la muerte
Me abandonó la muerte.
Miré al espejo y lancé mi suspiro de muerte, profundo y fuerte, testereo la toalla colgada.
Cómo me encontraste, pagué esta habitación de hotel con los últimos míseros billetes de mi cartera, ya no me queda más, viene a morirme aquí, con estos tragos de alcohol barato.
Porque viniste a la habitación de al lado, con tu susurro, tú suspiros tenues y gemidos leves que se esconden entre el ruido de los grillos y los autos madrugueros circundantes. Estás al lado de la pared delgada, de este hotel injusto y barato, susurrando que él lo haga más despacio para que yo no escuche, aunque sabes que lo hago, que es tu intención. Porque siempre anticipaba tu llegada, reconociendo la esencia combinada con el perfume tenue de flores.
Sabrás que escucharé, que lo supe, que me preguntaré cómo me encontraste, y que supe de tu llegada, cuando ustedes dos abrieron la puerta.
Y yo con este insomnio, el estomago perforado, escuchando, y sin poder morirme.
Miré al espejo y lancé mi suspiro de muerte, profundo y fuerte, testereo la toalla colgada.
Cómo me encontraste, pagué esta habitación de hotel con los últimos míseros billetes de mi cartera, ya no me queda más, viene a morirme aquí, con estos tragos de alcohol barato.
Porque viniste a la habitación de al lado, con tu susurro, tú suspiros tenues y gemidos leves que se esconden entre el ruido de los grillos y los autos madrugueros circundantes. Estás al lado de la pared delgada, de este hotel injusto y barato, susurrando que él lo haga más despacio para que yo no escuche, aunque sabes que lo hago, que es tu intención. Porque siempre anticipaba tu llegada, reconociendo la esencia combinada con el perfume tenue de flores.
Sabrás que escucharé, que lo supe, que me preguntaré cómo me encontraste, y que supe de tu llegada, cuando ustedes dos abrieron la puerta.
Y yo con este insomnio, el estomago perforado, escuchando, y sin poder morirme.
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