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domingo, 15 de noviembre de 2020

Blancanieves

No sé cuántas versiones existen de Blancanieves, conozco tres que no puedo referir con exactitud; la historia de disney, la de hollywood, y por supuesto, la versión española donde actúa Daniel Giménez Cacho como un torero. Si, las adaptaciones son tan distintas y en distintos escenarios. ¿Es Blancanieves la historia más universal que existe? ¿Tienes una versión? Yo si tengo una que miré hace algunos años.

Conocí a Rebeca en los pasillos de la universidad y obviamente tardé en conocer su nombre porque no me atrevía a hablarle para preguntárselo. Pero bien sabía a que hora encontrarla los miércoles por la mañana y también por las tardes en la biblioteca donde la pasaba durmiendo. Dormilona, así le pusimos. Rebeca tenía el cabello muy negro y lacio. Su piel era blanca, más blanca que la de todos nosotros. Rebeca nació en la región del país donde llegaron los europeos a explotar las minas y poner ferrocarriles. Su padre era una especie de cacique, no de los de apellido europeo, pero quién su familia desde varías generaciones atrás se las arregló para hacer buenos negocios en la región. 

Rebeca llegó a la capital escapando de un mal de amores. Su padre no la mandó fuera del país para tenerla cerca, para que pudieran visitarla frecuentemente los fines de semana o entre semana, hasta que no diera muestras de cometer ciertas locuras que se le solían ocurrir. 

Le escribí una carta, mientras ella dormía le dejé la carta encima de su carpeta. Después, nunca le confesé ese hecho, pero quizá lo intuyó porque seguí escribiéndole y ella nunca dejó de aceptarlas. Por supuesto, era correspondencia que jamás tuvo respuesta, hasta algún momento en donde me comentó que algunas veces le hacían sentir bien mis cartas y yo le decía que ella se había convertido en mi musa, porque no podía tener la mente despejada, porque la universidad no fue una época bonita como lo es para todos, no cuando tienes una beca que apenas alcanza para el alquiler y medio comer, y que verla a ella todas las tardes para estudiar era la única distracción a la que mis bolsillos siempre vacíos podían acceder. 

Rebeca me ayudaba a entender los libros que estaba escritos en inglés, a ella se le facilitaba muy bien. Rebeca bebía capuchinos y le ponía azúcar al café a escondidas. Ella hacía los mejores apuntes que he visto en mi vida. Rebeca tenía cosas divertidas que contar, menos cosas hostiles y amargas como el expreso de mis mañanas. 

El veneno que mantenía dormida a rebeca le permitía ser funcional ciertas horas entre semana y estar triste los fines de semana. Rebeca dejó los fines de semana tristes el tiempo que yo trabajé horas extras para invitarla a salir, pero no salió conmigo, en ese tiempo ella comenzó a salir con uno de los compañeros de la generación. 

No sé si Rebeca siga usando las pociones venenosas controladas que le mantenían funcional en la semana y triste los fines de semana. Pero, el fin de semana pasado, subió una foto patinando sobre hielo, en un lugar europeo, lo cual quiere decir que su padre ahora confía en ella, y ella sonreía muy feliz.

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