Caminaba para encontrar nuevas cosas que ver, por los laberintos de las calles antiguas y empedradas, de casas que tienen mil historias y preguntándome cómo escribiría la mía, ahora que me dí cuenta que no extraño nada. Y era eso, por primera vez caminaba porque se me dió la gana, no estaba buscando nada. No estaba buscando alguna panadería dónde vendieran pan rico. No estaba buscando la tienda de quesos y vinos. La cafetería. El restaurante del pastel de verengena. La banca con el árbol gigantesco y de atardeceres fríos. La chocolatería donde venden la mejor cocoa. Todo esto para decir: mirá descubrí un lugar que ... ¿bueno se te antoja ir?
Solo estaba caminando porque me dió la gana.
Tuve nostalgia por no extrañar y extrañé buscar, extrañé sentir un vacío, sentir, tu ausencia.
Pero estaba caminando. Me sentí que el tiempo fluía pero en forma diferente. Sentí por primera vez en mi vida que estaba muriendo y que el pasado también se fué para no volver. Que uno está en constante cambio, quieres regresar la tarde en que fuiste más feliz o sentiste que así fuera.
Sentir la ausencia comienza con un sueño. Dicen que en los sueños se presentan los deseos del subconsciente. También comienza escuchando una canción que escuchabas frecuentemente hace muchos años atrás.
La ausencia inmediata se siente en la partida.
Las personas entienden y cuentan la realidad de manera diferente. Posiblemente la tarde invernal o de otoño más feliz no lo fue para la persona que te hacía compañía en ese momento. Probablemente su tarde más feliz fué en otra época del año con otra persona. Y eso es la única realidad en la que podemos coíncidir todos.
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