No escribo porqué no sé qué decir. Ahora así se comunica la gente, como antes, pero sin cartas, ahora con los mensajes de texto.
Debo reconocer que no sé cómo comenzar una charla. Aprendí a interesarme por lo que hacen las personas, de hecho siempre es interesante escuchar, aprendí a hacer muchas preguntas, puedo preguntar toda la tarde. Pero quizá pueda caer en la charla del detective que te pregunta bajo la luz de una lámpara cónica en el cuarto oscuro. Probablemente deja de ser agradable.
Podría contarte una historia, pero la gente no sabe escuchar. La gente prefiere hablar de si misma. Es más fácil encontrar un/una narcisista que una buena taza de café.
De mí no tengo mucho que contarte, soy el mismo, tengo unos jeans azules, unos converse y mi playera de nirvana. Nunca encontré al estilista que me dejara el cabello largo perfecto, bueno si, pero escapó del lugar donde lo esclavizaban y no supe más de él. ¿Lo ves? Siempre termino hablando de otra cosa.
Las historias que cuento suelen ser muy detalladas. Suelo ser obsesivo en los detalles. Para cada fallo, cada issue tengo una historia que contar.
Puedes escribirme cuando quieras. Puedo escuchar y hacer preguntas.
Las cartas tienen la ventaja de que uno puede tardar en contestar. Pero siempre contestaré.
No te escribo porqué no sé que decir. Y si escribo pareciendo un bucle infinito con el mismo saludo, cómo robot, es que no sé cómo hacerlo. Pero siempre tengo algo que contar, con tediosos detalles, pero siempre hay algo que contar. Lamentaría que no hubiera algo que contar.
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